jueves, 10 de octubre de 2019

Los cansados. Michele Serra.

Debe parecerte melindroso acertar con la cucharita en la circunferencia de la taza, de modo que esparces virilmente tu azúcar con el gesto amplio y abrupto del sembrador.

El amor natural que se siente por los hijos de niños no es un mérito. No requiere habilidades que no sean instintivas... Es años más tarde, cuando tu hijo (al ángel inepto que te hacía sentir como un dios porque lo alimentabas y lo protegías; y a ti te gustaba creerte poderoso y bueno) se transforma en un semejante tuyo, en un hombre, en una mujer, en definitiva, en alguien como tú, cuando quererlo exige las virtudes que cuentan. La paciencia, la fortaleza de ánimo, la autoridad, la severidad, la generosidad, la ejemplaridad..., demasiadas, demasiadas virtudes para quien, mientras tanto, trata de seguir viviendo.

...como todos, me embarco en una vaga cháchara a propósito de una persona, mi hijo, a quien ambos conocemos poco y mal, y cuya suerte se nos escapa día tras día de entre las manos, por supuesto, porque así es la vida.

Yo no era ni más dócil ni más sensible ni más inteligente que tú. Pero pertenecía a una época -¿la última?- en la que el conflicto entre Viejos y Jóvenes tenía lugar en un mismo campo de batalla. Ahora tengo el barrunto -¿La sospecha?-, ¿el terror?- de una mutación tan radical que difícilmente podríamos reconocernos tú y yo, algún día, en un mismo placer. Daría cualquier cosa por poder sentarme contigo, en un momento cualquiera de nuestra vida, ante el mismo paisaje, y compartir en silencio su forma y su disposición.

¿Qué probabilidad de éxito tiene la Solución Final en curso, la que prevé la transformación de los seres humanos en Completos Idiotas (y, por consiguiente, en consumidores ideales y súbditos serviles) a través del narcisismo de masas?

No hay comentarios:

Publicar un comentario