lunes, 30 de septiembre de 2019

Sidi. Arturo Pérez-Reverte.

-Seréis trece. Mal número.
-Me gusta picar al diablo.

...Creyó siempre que la vida de campaña era un continuo guerrear, una ronquera de apellida a Santiago, una sucesión de lances sin sosiego. Sin embargo, pronto aprendió que batallar era un mucho más, o un casi todo, de rutina y fatiga, de marchas interminables, de calor, frío, tedio, sed y hambre, y también de apretar los dientes aguardando momentos que no sucedían nunca o que, cuando al fin llegaban, transcurrían fugaces y brutales, sin tiempo para retener detalles, sin otro pensamiento que fuera golpear, defenderse y recordar la única regla: si luchas bien, vivirás; si no, te matarán.

-No soy muy de lecturas, señor... Hace tiempo que no. Con esta clase de vida.
-Lástima. La filosofía y el pensamiento cultivan la mente.

Portaos como si ellas os estuvieran viendo...

Hasta donde alcanzaba su vista, en ambas orillas del arroyo e incluso dentro de él, había hombres y caballos: en aquel paraje, que lindaba con un bosque de pinos bajos, serían más de una treintena, pues el combate había sido duro allí. Mezclados moros y cristianos, algunos estaban muertos y otros no. También había heridos que se quejaban o agonizaban en silencio. Otros sólo estaban maltrechos o fatigados. Dos o tres merodeadores se movían entre ellos, furtivos como cuervos, buscando identificar enemigos para degollarlos, si seguían vivos, y quitarles cuanto de valor llevaran encima. Incluso despojaban a los del propio bando, si estaban muertos o a punto de estarlo y no tenían amigos cerca. Había ya media docena de cadáveres desnudos, iluminados por el sol declinante de la tarde.
Nada se parecía tanto a una derrota, pensó Ruy Díaz, como una victoria.

Sabes mandar. Renuncias a privilegios que te corresponden: duermes como todos, comes lo que todos, te arriesgas con todos. Jamás dejas a uno de los tuyos desamparado, si puedes evitarlo... ¿Estoy en lo cierto?... Quien no tienen consideración por las necesidades de sus hombres -repuso tras pensarlo un momento- no debe mandar jamás. Nadie como ellos es sensible a la atención de un jefe.

Hay hombres cuya lealtad a sí mismos,a lo que son o creen ser, los hace peligrosos... A ésos resulta imposible dominarlos el corazón, incluso aunque compres su vida.

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