...La certeza de moverse a sus anchas por un pasaje hostil, desolado
como la vida misma con la confortable sensación de que nada propio se dejaba
atrás y nada había por delante lo bastante terrible como para refrenarle a uno
el paso. Aquéllas eran la libertad y la independencia totales, sin pasado ni
futuro; con la memoria, los bolsillos, la mente, vacíos de todo lo prescindible,
liberados hasta la pulcritud absoluta de cuanto no era útil para la inmediata
supervivencia.
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