jueves, 17 de noviembre de 2016

El Intocable. John Banville.

-Sí, cometió el error de creer que para ser convincente hay que adoptar una falsa apariencia.

Me pregunto qué habrá sido de él, y si sobrevivió a la guerra. Tengo la impresión de que no. Era de esos clásicos personajes secundarios en los que los dioses ponen a prueba sus espadas antes de ocuparse de los Héctores y Agamenones.

...Nunca he sabido comportarme en presencia del dolor ajeno.

La incertidumbre y la angustia que causa, la expectación casi sexual- ¿ahora?, ¿será ahora?, ¿es ahora?- y la permanente sensación febril, horrorizada, de que todo está a punto de cambar de un modo completo, que lo hará irreconocible, y para siempre. Eso es lo que supone estar verdadera, horrible, jubilosamente vivo, bajo el resplandor de magnesio del terror más intenso.

Subí la escalera hasta mi apartamento y me pareció que mis pies se habían vuelto de plomo y mi corazón de piedra. Sin duda, el propio Odiseo, de regreso de la guerra, debió de haber experimentado un momento parecido de extraño pavor ante el umbral de su casa.

Cuesta distinguir entre ideologías opuestas. El capital es daltónico.

¿Por qué los jóvenes creen siempre que es mejor que los viejos estén muertos?

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