Este fin tuvo el ingenioso hidalgo de la Mancha, cuyo lugar
no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y
lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo,
como contendieron las siete ciudades de Grecia por Homero.
Yace aquí el hidalgo fuerte
que a tanto estremo llegó
de valiente, que se advierte
que la muerte no triunfó
de su vida con su muerte.
Tuvo a todo el
mundo en poco,
fue el espantajo y el coco
del mundo, en tal coyuntura,
que acreditó su ventura
morir cuerdo y vivir loco.
Y el prudentísimo Cide Hamete dijo a su pluma: «Aquí
quedarás colgada desta espetera y deste hilo de alambre, ni sé si bien cortada
o mal tajada péñola mía, adonde vivirás luengos siglos, si presuntuosos y
malandrines historiadores no te descuelgan para profanarte. Pero antes que a ti
lleguen, les puedes advertir y decirles en el mejor modo que pudieres:
—¡Tate, tate, folloncicos!
De ninguno sea tocada,
porque esta empresa, buen rey,
para mí estaba guardada.
Para mí sola nació don Quijote, y yo para él: él supo
obrar y yo escribir, solos los dos somos para en uno, a despecho y pesar del
escritor fingido y tordesillesco que se atrevió o se ha de atrever a escribir
con pluma de avestruz grosera y mal deliñada, las hazañas de mi valeroso caballero, porque
no es carga de sus hombros, ni asunto de su resfriado ingenio; a quien
advertirás, si acaso llegas a conocerle, que deje reposar en la sepultura los
cansados y ya podridos huesos de don Quijote, y no le quiera llevar, contra
todos los fueros de la muerte, a Castilla la Vieja, haciéndole salir de la
fuesa donde real y verdaderamente yace tendido de largo a largo, imposibilitado
de hacer tercera jornada y salida nueva: que para hacer burla de tantas como
hicieron tantos andantes caballeros, bastan las dos que él hizo tan a gusto y
beneplácito de las gentes a cuya noticia llegaron, así en estos como en los
estraños reinos. Y con esto cumplirás con tu cristiana profesión, aconsejando
bien a quien mal te quiere, y yo quedaré satisfecho y ufano de haber sido el
primero que gozó el fruto de sus escritos enteramente, como deseaba, pues no ha
sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y
disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi
verdadero don Quijote van ya tropezando y han de caer del todo sin duda
alguna». Vale.
No hay comentarios:
Publicar un comentario