viernes, 24 de mayo de 2024

La revolución francesa contada para escépticos. Juan Eslava Galán.

Lo que ocurre es que a lo largo del último siglo ha ido creciendo la clase burguesa (profesionales de carrera y demás gentes de economía saneada) que es la que, en realidad, filósofos mediante, está minando los cimientos de los estamentos privilegiados. Estos representantes de una nueva clase emergente, gente refinada que, aunque lleve espada al cinto, se resiste a protagonizar actos violentos, necesitan carne de cañón que les haga el trabajo sucio y lo encuentran en el pueblo impecune y hambriento, las personas elementales fáciles de inflamar con el discurso adecuado, porque no tienen nada que perder se dejan convencer por los charlatanes.

-       O sea, que la burguesía ha ocupado el espacio tradicional del tercer estado y ha relegado al proletariado a un cuarto estado que en realidad no existe.

-       Eso es lo que ha ocurrido, amada lectora. Por eso, después de las revoluciones burguesas del siglo XIX (que la francesa inaugura), vendrán las revoluciones comunistas y anarquistas cando los proletarios adviertan que de ellos no se acuerda nadie.

-       Pero las burguesas consiguieron sus objetivos (igualdad con los privilegiados); en el caso de las comunistas, no lo tengo tan claro.

-       Porque en las revoluciones comunistas se da la peculiaridad de que el pelotón de cabeza (los líderes que las hacen) se despegan del pueblo en cuanto pueden y se constituyen en minoría privilegiada, o sea, en burguesía del partido (por no decir aristocracia del partido).

 

Un adagio latino ampara la medida: Necessitat legem non habet (la necesidad ignora la ley).

O sea, en nombre de la libertad se suprimen las libertades constitucionales, objeto principal de la Revolución.

El dantonista Thuriot observa la existencia de un “impetuoso torretne que nos arrastra a la barbarie”.

El oficial de sanidad Dufresne escribe a un amigo: “Francia no es más que un vasto cadalso donde el más fuerte inmola en nombre de la ley al más débil”. Interceptada la carta, el tribunal popular lo condena a la guillotina.

 

Pobres locos los que comprenden que los hombres pueden a veces cambiar el futuro… pero jamás el pasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario