Lo que ocurre es que
a lo largo del último siglo ha ido creciendo la clase burguesa (profesionales de
carrera y demás gentes de economía saneada) que es la que, en realidad, filósofos
mediante, está minando los cimientos de los estamentos privilegiados. Estos
representantes de una nueva clase emergente, gente refinada que, aunque lleve
espada al cinto, se resiste a protagonizar actos violentos, necesitan carne de
cañón que les haga el trabajo sucio y lo encuentran en el pueblo impecune y hambriento,
las personas elementales fáciles de inflamar con el discurso adecuado, porque
no tienen nada que perder se dejan convencer por los charlatanes.
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O sea, que la burguesía ha ocupado el
espacio tradicional del tercer estado y ha relegado al proletariado a un cuarto
estado que en realidad no existe.
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Eso es lo que ha ocurrido, amada
lectora. Por eso, después de las revoluciones burguesas del siglo XIX (que la
francesa inaugura), vendrán las revoluciones comunistas y anarquistas cando los
proletarios adviertan que de ellos no se acuerda nadie.
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Pero las burguesas consiguieron sus
objetivos (igualdad con los privilegiados); en el caso de las comunistas, no lo
tengo tan claro.
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Porque en las revoluciones comunistas
se da la peculiaridad de que el pelotón de cabeza (los líderes que las hacen)
se despegan del pueblo en cuanto pueden y se constituyen en minoría
privilegiada, o sea, en burguesía del partido (por no decir aristocracia del
partido).
Un adagio latino
ampara la medida: Necessitat legem non habet (la necesidad ignora la
ley).
O sea, en nombre de
la libertad se suprimen las libertades constitucionales, objeto principal de la
Revolución.
El dantonista Thuriot
observa la existencia de un “impetuoso torretne que nos arrastra a la barbarie”.
El oficial de sanidad
Dufresne escribe a un amigo: “Francia no es más que un vasto cadalso donde el
más fuerte inmola en nombre de la ley al más débil”. Interceptada la carta, el
tribunal popular lo condena a la guillotina.
Pobres locos los que
comprenden que los hombres pueden a veces cambiar el futuro… pero jamás el
pasado.
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