Cuando los hombres dicen amar un lugar o una ciudad, puedes tener por seguro de que lo que aman no es el lugar o la ciudad, sino a alguien de allí, ahora o en el pasado; en éste último caso lo que desean es volver al lugar para rendir homenaje a su memoria.
Hablar de las penas profundas que siente uno suele resultar fatigoso y aburrido para nuestro prójimo. Además, ni los hombres más sabios son capaces de expresarlas con justeza, mucho menos nosotros, y aun cuando pudiéramos, la memoria se vería incapaz de afrontar su recuerdo.
La verdad es que siempre me había tratado de modo demasiado estricto, seguramente sus intenciones eran buenas, pero tanta severidad me impidió quererla.
Este gran poeta de la antigüedad ya nos aconsejaba moderación a la hora de llorar a los muertos. No te consumas en un llanto perpetuo, escribió en La Ilíada.
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