En los últimos tiempos, pensar me supone mucho esfuerzo. Mi cabeza ya no es lo que era. Las ideas y los recuerdos van y vienen, y las cicatrices viejas que tengo en el hocico, las patas y el lomo parecen volverse frescas. Envejezco, supongo.
-¿Y no echas de menos el campo? ¿Correr por ahí tras un conejo?
Sonrió, melancólico.
-Lo que echo de menos es mi juventud. Ser cachorro o perro joven creyendo que el mundo es tuyo.
-Y que los humanos son dioses buenos y leales.
No importaba cómo había vivido ni cómo había luchado, pensé. A pesar de su lealtad y coraje, ése era el premio que aguardaba a un gladiador vencido.
Un perro no es más que una lealtad en busca de una causa.
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