...Entre las tribus africanas la media semanal de horas de trabajo de un adulto ronda la decena. El hombre europeo supera con mucho las cuarenta. El progreso ha superado al Dios original en todo, incluso en crueldad.
... Había coincidido con los felices ochenta, aquellos años dorados en que se contrataba a perfectos inútiles por cifras astronómicas, como si fueran jugadores de fútbol. Lo que yo te diga, que le tocó la lotería demográfica...
Y a los que veníamos por detrás nos tocaba apechugar con el desfase y cobrar unos sueldos de mierda para compensar, trabajando, eso sí, tantas o más horas que él. Porque jamás salíamos a nuestra hora, jamás cumplíamos las ocho horas reglamentarias, y no nos pagaban las extraordinarias, por supuesto, porque había que trabajar y sacrificarse por la empresa, y bastante afortunados podíamos sentirnos de estar allí, con un canto en los dientes nos podíamos dar, porque por cada uno de nosotros había cuatro muertos de hambre, cuatro buitres carroñeros volando en círculos alrededor de nuestras cabezas, dispuestos a hacerse con nuestro puestos a la mínima oportunidad, como el jefe de personal no perdía ocasión de recordarnos.
Me fijo en su cara. Le falta algo, no sé, expresión, diría yo. Una cara que ha envejecido pero no ha madurado.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario