martes, 28 de abril de 2015

¿Qué es la libertad, es el ser humano realmente libre, y en caso de serlo, en qué consiste ser libre?

Es cierto que la gente, en el mundo occidental, decide más sobre su futuro, está menos sujeta a la tradición y menos sujeta a las limitaciones de su origen que antes, pero esa autonomía, esa libertad, ¿es cierta o sólo una ilusión? ¿para qué se usa? ¿Se usa para hacer visible el actual fervor exhibicionista en las redes sociales? ¿Se usa para practicar un consumismo sin medida? 

Parece creíble afirmar que la sociedad occidental ha alcanzado un grado suficiente de bienestar material como para conceder a la mayoría de sus ciudadanos la capacidad de elegir su plan de vida, pero ¿qué hacemos con ese tiempo? Desconcertantemente, parece que es más importante, no ya practicar deporte, asistir a actos culturales, leer ciencia o humanidades, filosofar o edificar nuestro intelecto, sino hacer el respectivo selfie y publicarlo en internet; parece que si no se publica, si no se comparte, no cuenta, no tiene importancia, lo que me lleva otra vez al imperante fervor exhibicionista.

¿Es posible ser totalmente libre en un mundo social? ¿Cuánto de lo que hacemos realmente es porque lo queremos realmente y cuánto nos lo impone la sociedad, tanto mediante la publicidad (véanse los estilos de vida que se dan en las series de televisión, en las canciones, "es lo que hace todo el mundo", etc) como mediante la presión familiar, ?

¿Nuestros deseos adoptan formas particulares según cuál sea la sociedad y el momento que nos tocan en suerte? ¿Es por tanto, el conflicto entre la conciencia individual y las estructuras sociales inevitable? 

Quizás, vivamos donde vivamos y vivamos como vivamos, habría que hacerse estas preguntas cada poco tiempo; ¿Lo que quiero es un deseo propio o he hecho mío el deseo que me han vendido? ¿qué quiero realmente?

viernes, 17 de abril de 2015

HOMBRES BUENOS. Arturo Pérez-Reverte.

- Y encima, lo poco de dentro lo convertimos en arma arrojadiza, de discordia: tal autor es extremeño , aquél es andaluz, éste valenciano... Nos falta mucho para ser nación civilizada con espíritu de unidad, como las otras que con justo motivo nos hacen sombra... Creo que no es el mejor medio recordar siempre, como solemos, la patria de cada cual. Antes convendría sepultarla en el olvido, y que a ninguna persona de mérito se la considere otra cosa que española.

- Le repito que tiene usted razón, almirante. Pero antes ha ronunciado la palabra libertad, donde hay doble filo. La gente del norte de Europa ve esa palabra de otra manera. Aquí es un delirio sugerir al pueblo inculto y violento que puede ser dueño de sí mismo. Esos extremos sentencian la suerte de los reyes. No van éstos a lanzarse al vacío de las reformas si se cavan la fosa.
- No me saldrá usted ahora con el carácter sagrado del trono, don Hermes...
-En absoluto. Pero sí con el respeto que se le debe.

... Sólo un Estado organizado y fuerte, protector de sus artistas, pensadores y científicos, es capaz de proveer el progreso material y moral de una nación... Y ése no es nuestro caso.

- Se llaman ilustradas -suena de pronto la voz del almirante- las naciones que cultivan su espíritu. Y se llaman civilizadas las que tienen costumbres conformes a la razón... Lo opuesto son naciones bárbaras, donde imperan los gustos del pueblo grosero y bajo, y como tal se halaga a éste, y se le engaña.

... Lo que hoy debemos a quienes lucharon entonces, cuando las consecuencias no eran un titular de periódico o un comentario de internet, sino el exilio, el descrédito, la prisión o la muerte.

- Hay libros -apunta escueto, como si eso lo resumiera todo.
-Exactamente -a Bringas le chispean los ojos vengativos-. Bendita letra impresa que un día, al fin, derribará falsos ídolos. Que acabará despertando al pueblo embrutecido.
- Ése es otro punto que admiro y envidio -suaviza don Hermógenes-: la abundancia de lecturas. Aunque lo de despertar al pueblo...
- En Francia -lo interrumpe el abate- el Estado arruina la vida de muchos de los que cultivamos las letras y las ideas, incluidos impresores y libreros; pero no ha podido arrancar la raíz de la libertad. Y eso es precisamente gracias a los libros.
- Estamos de acuerdo. Pero le decía que los despertares del pueblo, así a palo seco, me dan cierto repelús...

... Poco tiene que ver la suerte... Y mucho la abulia y el desinterés por las artes, las ciencias y la educación, materias que hacen a los hombres libres.
- Gran verdad -apostilla Bringas-. Hay una frase típica española que me quema la sangre, muy usada en materia de colegios y enseñanza: "Es muy humilde el niño", dicen. Argumentado como elogio, naturalmente... Lo que, traducido, viene a significar: "Ya ha contraído, gracias a Dios, la enfermedad tan española de la sumisión, la hipocresía y el silencio".

... Pero en lo tocante a religiones, Bringas tiene razón. En las nueve mil leguas que tiene el perímetro del mundo, no hay un solo lugar donde las supuestas órdenes de algún dios no hayan consagrado algún crimen.

- El hombre es infeliz porque ignora a la naturaleza. Incapaz de interrogarla de modo científico, no percibe que ésta, desprovista tanto de maldad como de bondad intrínsecas, se limita a seguir leyes inmutables y necesarias... O dicho de otra manera, que no puede actuar de modo distinto al que actúa. Por eso los hombres, en su ignorancia, se someten a hombres iguales que ellos: reyes, hechiceros y sacerdotes, a los que su estupidez los hace considerar dioses sobre la tierra. Y éstos aprovechan para esclavizarlos, corromperlos y volverlos viciosos y miserables.

... En realidad estoy menos orgulloso de lo que soy de lo que he conseguido no ser.

... Pretender racionalizar el mundo mediante la observación y la experiencia significa anular la necesidad de una explicación divina y considerar inútil la digna función eclesiástica.

... Como organismos parásitos, vivimos uno del otro. Justificamos nuestro papel a uno y otro lado de un pueblo torpe y brutal, de instintos bajos, cuya posibilidad de redenciónn siempre será escasa... Incluso aunque nos matáramos a garrotazos surgiría siempre, al fin, la necesidad de resucitarnos mutuamente. Los pueblos, sobre todo el español, viven del sueño, del apetito, del odio y del miedo; y eso la gente como usted y yo, cada cual a su manera, lo administra como nadie. ¿No cree?... Y a fin de cuentas, recuerde el viejo dicho. Tarde o temprano, los extremos se tocan.

- ¿Cómo era el marido?
-Mayor que ella -dijo, como si esto lo situara todo en sus justos términos.
- ¿Mucho?
- Lo suficiente para no molestar.

... Con la virtud no se hacen más que cuadros fríos y tranquilos... A fin de cuentas, son la pasión y el vicio los que animan las composiciones del pintor, del poeta y del músico.

... En el fondo -dice-, a una mujer de mundo le gusta saber que hay hombres superiores a otros, más audaces y elegantes, que no defraudarán su vanidad, no se detendrán ante su pretendida virtud, y tomarán la iniciativa usando, incluso, la violencia adecuada que sirva de excusa a la mujer.

¿No es mejor echarse en brazos de una naturaleza ciega, desprovista de sabiduría y objetivos, que temblar toda la vida esclavizados por una supuesta Inteligencia Todopoderosa, que ha dispuesto sus sublimes designios para que los pobres mortales tengan la libertad de desobedecerlos, y convertirse así en continuas víctimas de su cólera implacable.

- Sin el hermano de su señora madre afirma otra cosa, miente como un bellaco... Y si usted insiste, señor, es un impertinente.
- No le tolero eso.
- Pues revise usted, si es tan amable, sus límites de tolerancia.

... Además, en España acabaría mal. En prisión, en el mejor de los casos... He vivido lo bastante para saber que, allí, diferencia e independencia engendran odio.

... Y las sombras empiezan a reptar por los campos grises enfangados de lluvia.

Un microrrelato. F.



El anciano, muy despacio se sentó en la mesa del escritorio de la habitación en esquina que daba a las calles Misterio y Misericordia. Por los cristales de la ventana con vidrios de plomo, se deslizaban las gotas de lluvias, labrándolos sinuosamente. Caminos insospechados, de trazados curvos, misteriosos e inescrutables. El anciano se quedó absorto en ellos, viendo una y otra vez las gotas deslizarse por ellos. Cada nueva gota parecía que iba a seguir el mismo camino que el anterior, pero unas al principio, otras a mitad, y otras al final, todas terminaban por seguir su propio camino. Encrucijada. Decisiones vitales que terminan por llevarte a un final u otro. Cuánto parecido encontraba con la vida de los seres humanos. Se imaginaba si habría llegado ya al alféizar de la ventana, si su tiempo estaba agotado o sin embargo se encontraba en la última curva, en el último recodo del camino. Del ensimismamiento lo despertó el olor dulce a mar salada, recuerdos de juventud, de vigor y de ingenuidad. Una joven suave, con vestido habanero blanco, su negro cabello meciéndose con el viento, en un ritmo musical, de composición poética, luz del mediterráneo y calor primaveral. Mirada apasionada. Brillo en los ojos, los párpados entrecerrados. Sugestión. Pasión.