"Tengo treinta y seis años y mi vida se ha venido abajo al menos un par de veces. Pero aquellos que dicen que conocer el dolor, y sobreponerse a él, te prepara para enfrentarlo en el futuro, se equivocan o mienten. El dolor siempre es joven e inapelable, como la mirada que te reclama desde los ojos de un niño".
"Sé que el mal es consustancial a mi alma, y que haga lo que haga, de ella no lograré arrancarlo".
"Todo eso acabó creando un monstruo con vida propia, que pervivió más allá de lo concebible. Ésa es la vergüenza mayor de la Inquisición española, frente a la de otros lugares. No su crueldad o el número de víctimas, que fueron muchas menos, en cuatro siglos, de las que causaron en alguna matanza singular los protestantes alemanes. Sino su permanencia como sistema de vigilancia, hostigamiento y eliminación del libre pensamiento hasta bien entrado el siglo XIX".
"En algún momento pasó por mi cabeza la idea de que mi infringimiento era una prueba de valor, de singularidad, incluso de grandeza. El mundo está lleno de corderos mansos que obedecen por miedo o por falta de ocaciones y de imaginación para salirse del redil. Yo ya nunca sería como ellos, había tenido el coraje de saltar la valla y arriesgarme a las consecuencias. Pero mi arrogancia duró tanto, o tan poco, como mi impunidad. Cuando me vi expuesto a esas consecuencias, se vino abajo. Como fray Francisco, en vez de sostener ante el tribunal mi herejía, renegué de ella, me sometí a la ortodoxia y pedí perdón. No tuve la fortaleza para permanecer impenitente, y esa claudicación echó por tierra todas mis pretensiones anteriores. Los valientes, los singulares, los grandes, no se humillan ante el inquisidor. Se mantienen firmes y se ganan la hoguera. Y con ella el respeto".
"Nadie es inocente, y sólo los imbéciles y los canallas pretenden serlo. La humanidad es incompatible con la inocencia, y pese a ello, todos los humanos merecemos vivir. La culpa no nos hace inferiores: es la que da testimonio de nuestra condición. Por eso no debemos dejar que nos aplasten con ella, y tampoco rehuirla. Se puede ser culpable y salvarse. Lo que nos condena, Theresa, es la debilidad".
"Miré a mi alrededor y vi que muchos de los que hasta allí me acompañaban habían desaparecido. Sin embargo, no todos se fueron, y aún aparecieron algunos con los que no contaba". (cita que indica sacada de El Quijote).
"Es posible que ante el Dios de lo alto se salven los bondadosos; y es una bella idea, además. Pero aquí abajo los que se salvan son quienes tienen la voluntad de no dejarse vencer. Nuestros actos no se pesan en la balanzade lo que es justo o es injusto, en el sentido moral que a esos coneptos solemos atribuirles; es decir, lo que está mal o está bien. Un viejo filósofo griego, Trasímaco, sostenía (si hemos de creer a Platón) que lo justo es aquello que conviene al más fuerte. Por decir eso (o porque el chivato de Platón le colgó la frase) lo han despellejado sin piedad a lo largo de los siglos. Pero aquel buen hombre no hizo otra cosa que sintetizar, en muy pocas palabras, la ley que rige el funcionamiento de la única justicia de la que podemos decir algo con conocimiento de causa, que es la que imparten los hombres".
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¿De dónde están extraídos estos fragmentos, pichica?
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