Nada sale bien cuando dejas que te hagan el que no eres.
No podía dejar de saborear el regusto dulce de la justicia poética, la única
que es posible hacer y que, al igual que cualquier otra forma de justicia tan
sólo surte efectos contra los pardillos y los desgraciados.
Cuántas veces se nos escapan claves cruciales de
lo que sucede y más nos afecta, cuántas veces nos permitimos análisis
superficiales, erróneos o disparatados porque no conocemos bien lo que nos
concierne ni el terreno que pisamos.
Lo de estas chicas, a las que les quitan todo y las esclavizan, para echárselas a los blancos salidos que les alimentan el negocio a los que trafican con ellas, es lo más parecido a los campos, en el siglo XXI y en una sociedad que se dice democrática y libre. Y viene del mismo sitio, del desprecio al otro y la ignorancia de su dolor. De la indiferencia de la comunidad donde se venden y las compran, de los que la gobiernan, de quienes hacen unas leyes que no lo impiden. En lugar de pijamas de rayas llevan minifaldas rojas o amarillas, pero las vacían y las matan igual.
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