Fausto:
Con cualquier traje sufriré la
pena de las estrecheces de la vida terrenal. Soy demasiado viejo para limitarme
a jugar y demasiado joven para morir sin deseos. ¿Qué podrá ofrecerme el mundo?
Fausto:
Aunque un dulce y conocido canto,
con ecos de los buenos tiempos, me apartó del terrible abismo y despertó lo que
queda en mí de sentimientos infantiles, maldigo ahora todo lo que el alma enreda
con sus juegos de seducción y engaño y cómo, cegándonos y adulándonos, nos ata
a esta cueva de penas. ¡Desde ahora declaro maldita la alta opinión de sí mismo
con la que el espíritu se aprisiona!, ¡maldito el engaño de los sentidos que oprime
nuestra alma!, ¡maldito todo aquello que nos embelece en sueños: el engaño de
la fama y el renombre!, ¡maldito lo que
nos halaga como posesión, como mujer y como hijo, como criado y arado!, ¡maldito
Mammón cuando, prometiéndonos tesoros, nos anima a hazañas temerarias y cuando nos
ofrece almohadones para nuestro ocioso placer!, ¡maldito el balsámico juego de
uvas!, ¡maldita la más refinada caricia del amor!, ¡maldita la esperanza!, ¡maldita
la fe! Y, sobre todo, ¡maldita la paciencia!
Mefistófeles:
Emplead bien el tiempo, pues este
no deja de correr, pero el orden os enseñará a aprovecharlo.
Ya se sabe que los humanos, lo
mismo que las horas, son de ánimo desigual. Nadie abraza firmemente lo deseado,
pues siempre estúpidamente deshará otra cosa con más fuerza dejando de gozar de
aquello a lo que se ha acostumbrado.
Mefistófeles:
¿Eres tan limitado que una nueva
palabra te aturde? ¿Sólo quieres oír aquello que ya has oído?
Mefistófeles:
¡Ahí lo tenéis! Cargar con un
loco acaba dañando hasta al diablo.
Mefistófeles:
… nadie piensa nada necio o
cuerdo que no haya sido ya pensado antes… Mis palabras os pueden dejar fríos,
pero yo os lo tolero, buenos muchachos. Tened en cuenta que el diablo es viejo
y habréis de envejecer para entenderle.
Quirón:
… La belleza se satisface a sí
misma, la gracia es lo que la hace irresistible.
Corifea:
¡Qué horrible, al lado de la
belleza, resulta la fealdad!
Fócida:
¡Qué estúpida, al lado de la
discreción, resulta la necedad!
Helena:
… Sin duda, al inteligente y al
previsor lo imposible se le hace muchas veces posible.
Fórcida:
Por causa de aquel, él te hará lo
mismo. ¿Quién comparte la belleza? El que la ha poseído prefiere destruirla
antes que gozarla a medias.
Qué cortantes resuenan las
trompetas en los oídos y las entrañas. Así hieren los celos en el corazón del
hombre que nunca olvida lo que fue suyo y, una vez perdido, no volverá a
recuperar.
Mefistófeles:
No le sacia ningún placer, no le
contenta ninguna felicidad, va sin cesar en busca de formas cambiantes. El pobre
quiere apresar este último, ese mísero, ese vano momento. El que tanto se me
opuso ha sido vencido por el tiempo. El viejo yace en la arena. El reloj se ha
parado.
Coro:
Se ha parado. Está callado como
la medianoche.
La ajorca cae.
Mefistófeles:
Cae. Todo está consumado.
Coro:
Se ha acabado.
Mefistófeles:
¡Acabado!, ¡qué estúpida palabra!
¿Por qué acabado? Lo acabado y la pura nada son exactamente lo mismo. ¿Para qué
nos sirve el eterno crear? Para que lo creado se disipe en la nada ¿Qué se puede
decir de algo si se ha acabado? Que es como si no hubiera existido y sin embargo
circulaba como si existiese. En lugar de ello, preferiría el vacío eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario