jueves, 21 de julio de 2022

Utopía. Thomas More.

Conviene poner la atención en esto para no llamarse a engaño, pues podía imaginarse que con solamente seis horas de trabajo diario no podrán producirse los bienes cuyo uso es indispensable, lo cual está muy lejos de suceder, porque con este tiempo, no solamente basta, sino que sobra para obtener en abundancia las cosas necesarias para la vida y aun las superfluas.

En los países en que casi todas las mujeres (que son la mitad del pueblo) trabajan y los hombres se dan al reposo, además del gran número de sacerdotes y religiosos que no producen nada con sus manos, ni los señores ricos y herederos (a los que el vulgo llama nobles y caballeros), incluyéndose en esta cuenta a toda la caterva de los que sirven a estos últimos de espadachines y truhanes, y a los mendigos que teniendo salud fingen enfermedad por holgazanería, hallaréis que son muchos, los que no producen nada; y entre los que trabajan hay una gran parte que no se ocupan en cosas necesarias, ya que donde todo se consigue con dinero es forzoso que haya muchas artes totalmente vanas, que sólo sirven al antojo y al exceso.

Si los pocos que trabajan se aplicaran todos en los menesteres necesarios a la vida humana, sin duda que bajarían los precios de las cosas, de manera que la vida resultaría mucho más fácil. Y si se juntaran a estos todos los que viven en el ocio y en la holganza, y se ocuparan en trabajos provechosos para todos (contando con que los artífices de las manufacturas de lujo y los holgazanes consumen cada uno tanto como dos oficiales de trabajos útiles y necesarios) aquellas seis horas diarias bastarían y sobrarían para estar abastecidos abundantemente de todas las cosas necesarias para la vida y su comodidad" incluso para los, deleites verdaderos y naturales.

El hecho es que de la utilidad que la naturaleza ha dado al oro y a la plata, los hombres podemos privarnos sin quebranto alguno; si no hubiera ocurrido que la ignorancia de los hombres les ha inducido a dar más valor, no a lo que es más útil, sino a lo que es más escaso. También se maravillaban de que en todas partes se tenga tanta estimación por una cosa que es tan inútil por su naturaleza, como el oro, de tal manera que hombres sin sentido, y malvados, y necios, que porque les cupo en suerte poseer mucho oro son honrados y respetados de todos, y aún tienen a hombres sabios y honrados como a servidores suyos. Y si se presenta un revés de fortuna, resulta que aquel hombre respetado y temido queda como un esclavo; y así el valor de los hombres se mide por el oro que poseen.

El seguir las dificultades y asperezas de la juventud huyendo de lo suave de la vida, abrazando voluntariamente las molestias y pesares que lleva consigo la justicia, afirman que es una locura si no se cree en el más allá. Porque, ¿qué sentido puede tener todo esto si una vez terminada la vida no hay ninguna recompensa?

Cuando estos dos males: la pasión y la injusticia, se apoderan de los jueces, pervierten la autoridad y debilitan todos los órganos de la República.

¿Qué diremos de los ricos que se quedan con el salario de los trabajadores, no solamente con violencia y engaño, sino con el pretexto de las leyes? Así, lo que antes se tenía por injusto, como era el no recompensar con agradecimiento a los que habían hecho algún bien y servicio a la República, ahora esta ingratitud y perversión la ensalzan y califican con el nombre de justicia, estableciendo leyes nuevas sobra esta base. Estas invenciones de los poderosos, adornadas con los colores de la nación, se convierten en leyes; y los hombres perversos con codicia insaciable se reparten entre ellos los bienes que debían destinarse a la necesidad de todos. ¡Qué lejos está esto del bienestar de la República de Utopía!

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