Insisto en que quisiera tener la
valentía de no resignarme a la humillación de envejecer y, lleno de entereza y
de frío coraje, plantarme y decir: "Hasta aquí y no más". Qué triste
es la vejez. Y qué horrible darse cuenta de que uno arrastra por la última
vuelta del camino la fragilidad, los achaques y los olores de los ancianos.
Qué hermosa filosofía existencial:
salir de un huevo, surcar el aire en busca de alimento, ver el mundo desde
arriba sin atormentarse con preguntas existenciales, no tener que hablar con
nadie, no pagar impuestos ni el recibo de la luz, no creerse el rey de la creación,
no inventarse concepto0s pretenciosos como la eternidad, la justicia, el honor,
y morir cuando a uno le toque, sin asistencia médica ni honras fúnebres.
El problema no sólo afecta a
España. ¿Para qué memorizar si todo está en Google? ¿Para qué entender los fundamentos
de aquello que se obtiene o se lleva a cabo con sólo apretar las teclas correspondientes?
¿Para qué estrujarnos el cerebro si disponemos de máquinas provistas de
inteligencia artificial? Mi pronóstico es negro, muy negro. Estos chavales
terminará vitoreando algún tipo de tiranía. Es lo habitual cuando las
multitudes renuncian al cultivo de lamente crítica y delegan en una instancia
superior la toma de decisiones. Menos mal que yo no estaré para verlo.
Tratas transmitirle a tu hijo
unos valores, unas convicciones, y luego compruebas que cuanto le dices no le
interesa nada, que está a otra cosa y que, en consecuencia, todo aquello en lo
que creías morirá contigo o incluso antes que tú. En el fondo nos impulsa el
egoísmo de prolongarnos en nuestra descendencia.
Tengo asumido que es un empeño
vano tratar de vivir en el pensamiento y los recuerdo0s ajenos. Los que no
hemos hecho cosa de mérito en la vida, nos disiparemos conforme se vayan
apagando las pocas mentes capaces de evocarnos. Después de muertos seremos un
nombre en una lápida que un día tal vez no lejano no significará nada para
nadie, que también desaparecerá para dejar sitio en el cementerio a otros
difuntos.
No hay mayor fraude ético que la
negación de la muerte. Me reafirmo en el convencimiento de que la ilusión de
inmortalidad está en la base de las peores tragedias colectivas.
No hay alma inmortal. No hay
cielo ni infierno. No hay Dios ni palabra de Dios. No hay cosa experimentada ni
nombrada por los hombres que no haya sido concebida por los hombres. Todo es
cultura, las doctrinas, los propios hombre y las obras de los hombres. Aquí
donde me veis, soy lo que Máximo Manso, el personaje de Galdós, afirma de sí
mismo cuando se califica de "triste pensador de cosas pensadas antes por
otros".
Vine al mundo sin preguntas, me
iré del mundo sin respuestas.
El capitalismo es detestable. El comunismo
es peor. El capitalismo te permite a un tiempo llevar vida de capitalista y
renegar del capitalismo, mientras que el comunismo es por principio
incompatible con cualquier forma de disidencia. A principios del siglo XXII,
España no existirá con sus fronteras actuales (...) Una causa, por muy justa
que sea, se vuelve dañina tan pronto como la defiende un fanático (...) La
humanidad constituye hoy día una plaga. Razonablemente la Naturaleza, en busca
de equilibrio biológico, tomará tarde o temprano cartas en el asunto, diezmando
dicha especie con ayuda de algún virus o bacteria letal (...) China gobernará
el planeta y hará olvidar por largo tiempo el significado de la libertad
individual.
Vuelve a imponerse, en su
opinión, la vigilancia de las costumbres. El péndulo de la historia hace lo
único que sabe: ir de un extremo al otro, y en ese caso le toca volver hacia el
lado de los códigos restrictivos, la censura y las represalias (...) época de
repliegue, auge del puritanismo, malos tiempos para la incorrección política y
para la creatividad.
No sé por qué nunca te dije que te
quería. Quizá por timidez. A lo mejor, después de todo y de tantos libros
leídos, es que soy tonto. En fin, perdona.
Hoy, para llegar a alcalde o
presidente o, en fin, a líder, necesitas el beneplácito de aquellos a los que
se supone que impondrás tu ley. Tienes que hacerte el simpático, darles coba,
lamer sus culos, aventar mentiras y promesas a todas horas. Hoy mandan los
débiles. No llegarás lejos si exhibes excelencia, carácter, voluntad, lenguaje
culto, conocimientos profundos, todo aquello que tanto te gustaba; o si tratas
de ser consecuente con tus ideas, o si te empeñas en la rectitud moral y en la
coherencia ideológica. Desconfiará de ti, les resultarás sospechoso, pensarán
que quieres distinguirte, te tomarán por arrogante y elitista (...) ahora todos
se rozan con todos y todos chapotean en un lodazal inmundo de intereses
personales, moral laxa, negocios turbios, narcisismo y mediocridad. Hoy todos
quieren ser pequeños y populares. En nuestros días lo que prevalece es la condición
rastrera y la fría viscosidad de las babosas.
Esta actitud reposa en la
pretensión (¿la esperanza?) de que la existencia consista en el resultado
directo de la voluntad. Yo soy lo que a cada instante decido ser y no el peón
de un proyecto o de una ideología. Se me hace a mí que el ejercicio incesante
de la libertad ha de obrar en el individuo efectos devastadores. La libertad,
así entendida, es trabajosa, es agotadora, es un tumor; obliga a estar en
guardia las veinticuatro horas del día y a soportar cantidades ingentes de
soledad en medio de los otros. Sea como fuere, hay que estudiar mucho para ser
libre y yo intuyo que ese filtro lo pasan pocos, porque no pueden, porque no
saben, porque no quieren.