La paradoja de la mujer que sólo después de casarse y sentar la cabeza alcanza la auténtica soltería. Toma las riendas y adquiere un estado de dependencia dominante de la que solamente ella tiene la clave. Cuánta confianza en su reinado; cuánta habilidad en la diplomacia solitaria, en la preparación del futuro y el control del presente. Recauda las rentas y las administra, prudente, sin olvidar jamás que está sola.
Recordad cuán terrible resulta que, de joven, te roce el ala de la Musa; es una maldición que te acompaña durante toda la vida.
Se diría que el aburrimiento era una droga inmaculada, con sus brumosos sueños a la deriva y su pasividad, pura y densa como la nata.
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