—¿Qué no confío en ti? No digo que no confíe. Más bien, no
confío en el género humano.
—El recuerdo de haberse arrodillado ante una persona, en un
futuro te hace querer pisarle la cabeza. Yo prefiero evitar el respeto de hoy
para no recibir el agravio de mañana. Mejor aguantar mi soledad actual y no una
soledad futura que sería horrorosa. La gente de hoy, nacida bajo el signo de la
libertad, la independencia y la autoestima, debe, en justa compensación,
saborear siempre esta soledad.
Por detrás de ese oficio de pensador, sin embargo, me parecía un
hombre formado a partir de experiencias muy reales, experiencias o hechos no de
otra persona, sino saboreados por sí mismo y en su sangre con dolor y con
calor, y que en su alma se habían ido superponiendo en capas.
—No me gusta discutir. Los hombres se divierten discutiendo por
discutir. No me explico cómo podéis pasar tanto tiempo hablando y hablando como
si estuvierais brindando con copas vacías."
… Es que antes, cuando hablaba con la gente o cuando se me
preguntaba algo, sentía vergüenza si no lo sabía. Pero últimamente, ya no
siento eso y no me esfuerzo en leer libros. En una palabra, me he hecho viejo.
—Mandar a los hijos a estudiar no es tan bueno, ¿verdad? Si tu
hijo estudia, acaba no volviendo a casa. Es como si estudiaran para separarse
de los padres. Y no hay forma de evitarlo.
Como bien sabes, yo soy un solitario sin apenas relación con el
mundo y sin obligaciones que cumplir hacia mi entorno. No sé si deliberada o
naturalmente, pero he vivido una vida libre de las obligaciones más mínimas. Y
esto no por ser indiferente a ellas, sino más bien por ser demasiado sensible a
los deberes y carecer de energía para aguantar compromisos.
Las palabras vivas no sólo sirven para hacer vibrar el aire,
sino que también pueden agitar poderosamente el corazón humano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario