Pese a todo, la mayoría pasó la mañana arrimando el hombro, inmersa en esa gran mentira decente del trabajo, con esos pequeños gestos donde se concentra una verdad muda, decorosa, y donde toda la epopeya de nuestra existencia se reduce a una pantomima diligente.
La corrupción es una carga ineludible del presupuesto de las grandes empresas; recibe distintos nombres: lobbying, gratificación, financiación de partidos.
Esa renunión del 20 de febrero de 1933, que cabría calificar de momento único en la historia patronal, de compromiso inaudito con los nazis, para los Krupp, los Opel o los Siemens no es más que un episodio bastante habitual en el mundo de los negocios, una trivial recaudación de fondos. Todos ellos sobrevivirán al ´regimen y financiarán en el futuro a numerosos partidos a tenor de sus beneficios.
Y así, los veinticuatro no se llaman ni Schitzler, ni Witzleben, ni Schmitt, ni Finck, ni Rosterg, ni Heubel, como nos mueve creer el registro civil. Se llaman BASF, Bayer, Agfa, Opel Ig Farben, Siemens, Allianz, Telefunken. con esos nombres sí los conocemos. Es más, los conocemos muy bien. Están ahí, entre nosotros. Son nuestros coches, nuestras lavadoras, nuestros artículos de limpieza, nuestras radios despertadores, el seguro de nuestra casa, la pila de nuestros reloj. Están ahí, en todas partes, bajo la forma de cosas. Nuestra vida cotidiana es la suya. Cuidan de nosotros, nos visten, nos iluminan, nos transportan por las carreteras del mundo, nos arrullan. Y los veinticuatro sujetos presentes en el palacio del presidente del Reichstag, ese 20 de febrero, no son sino sus mandatarios, el clero de la gran industria; son los sacerdotes de Ptah. Y se mantienen allí impasibles, como veinticuatro calculadoras en las puertas del Infierno.
Nada peor que esas multitudes amargadas, esas milicias con sus brazaletes, sus insignias militares, una juventud atrapada en falsos dilemas que dilapida su furia en una espantosa aventura.
Si alzamos los andrajos repulsivos de la Historia, nos encontramos con lo siguientes: la jerarquía contra la igualdad y el orden contra la libertad.
El pensamiento verdadero es siempre secreto, desde el origen del mundo.