...La certeza de moverse a sus anchas por un pasaje hostil, desolado
como la vida misma con la confortable sensación de que nada propio se dejaba
atrás y nada había por delante lo bastante terrible como para refrenarle a uno
el paso. Aquéllas eran la libertad y la independencia totales, sin pasado ni
futuro; con la memoria, los bolsillos, la mente, vacíos de todo lo prescindible,
liberados hasta la pulcritud absoluta de cuanto no era útil para la inmediata
supervivencia.
viernes, 23 de diciembre de 2016
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