"Todas las familias felices se parecen entre sí, pero cada familia desdichada ofrece un carácter peculiar", reza la primera frase de Ana Karenina, de Tolstoi. Sólo me atrevería a añadir que las familias desdichadas, y sobre todo los matrimonios desdichados, nunca pueden estar solos. Cuantos más testigos tengan, mejor. La desdicha busca siempre compañía. La desdicha no soporta el silencio, sobre todo los silencios incómodos que se producen cuando se está a solas.
Nada en especial. Les pedí que hicieran un cálculo sencillo. En un grupo de cien personas ¿cuántos cabrones hay? ¿Cuántos padres que hablan a sus hijos de malas maneras? ¿A cuántos capullos les apesta el aliento, pero no hacen nada para remediarlo? ¿Cuántos quejicas inútiles se pasan la vida lamentándose de injusticias imaginarias que se han cometido contra ellos? Mirad a vuestro alrededor, les dije. ¿Cuántos compañeros de clase preferiríais que no volviesen mañana al colegio? Pensad en ese pariente vuestro, el tío pesado que siempre sale con sus estúpidas anécdotas en las fiestas de cumpleaños, el primo feo que maltrata a su gato. Pensad en el alivio que sentiríais, no sólo vosotros sino toda la familia, si ese tío o ese primo pisaran una mina o fuesen alcanzados por una bomba. Si ese pariente desapareciese de la faz de la tierra. Y pensad ahora en esos millones de víctimas de todas las guerras que ha habido hasta el momento (...), y pensad en los miles o decenas de miles de personas de las que podríamos habernos librado como si fuesen un dolor de muelas. Sólo desde el punto de vista estadístico es imposible que todas esas personas fuesen buena gente, con independencia del bando al que pertenecieran. La injusticia está más bien en el hecho de que los cabrones también van a engrosar la lista de víctimas inocentes. Que sus nombres también aparecen en los monumentos de guerra.
¿Cuántas veces había oído pronunciar mi nombre en apenas un minuto? Cinco. Mi experiencia me dice que cuando la gente repite tantas veces tu nombre es que quiere algo de ti, y suele ser algo que tú mismo no quieres.
Compartíamos algo. Algo que antes no existía. Seguramente no compartíamos lo mismo los tres, pero quizá tampoco fuese necesario. No hay que saberlo todo del otro. Afortunadamente los secretos no estorbaban.
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