Real y verdaderamente, todos los
que gustan de semejantes historias como esta deben de mostrarse agradecidos a
Cide Hamete, su autor primero, por la curiosidad que tuvo en contarnos las
semínimas della1, sin dejar cosa, por menuda que fuese, que no la sacase a luz
distintamente. Pinta los pensamientos, descubre las imaginaciones, responde a
las tácitasI, 2, aclara las dudas, resuelve los argumentos; finalmente, los
átomos del más curioso deseo manifiesta. ¡Oh autor celebérrimo! ¡Oh don Quijote
dichoso! ¡Oh Dulcinea famosa! ¡Oh Sancho Panza gracioso! Todos juntos y cada
uno de por sí viváis siglos infinitos, para gusto y general pasatiempo de los
vivientes.
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