Y
por más señas, primo de mi alma, en el primero lugar que topé saliendo de
Roncesvalles eché un poco de sal en vuestro corazón, porque no oliese mal y
fuese, si no fresco, a lo menos amojamado a la presencia de la señora Belerma,
la cual, con vos y conmigo, y con Guadiana, vuestro escudero, y con la dueña
Ruidera y sus siete hijas y dos sobrinas, y con otros muchos de vuestros
conocidos y amigos, nos tiene aquí encantados el sabio Merlín ha muchos años; y
aunque pasan de quinientos, no se ha muerto ninguno de nosotros. Solamente
faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasión que
debió de tener Merlín dellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora
en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha las llaman las lagunas
de Ruidera; las siete son de los reyes de España, y las dos sobrinas, de los
caballeros de una orden santísima que llaman de San Juan. Guadiana, vuestro
escudero, plañendo asimesmo vuestra desgracia, fue convertido en un río llamado
de su mesmo nombre, el cual cuando llegó a la superficie de la tierra y vio el
sol del otro cielo, fue tanto el pesar que sintió de ver que os dejaba, que se
sumergió en las entrañas de la tierra; pero, como no es posible dejar de acudir
a su natural corriente, de cuando en cuando sale y se muestra donde el sol y
las gentes le vean. Vanle administrando de sus aguas las referidas lagunas, con
las cuales y con otras muchas que se llegan entra pomposo y grande en Portugal.
viernes, 27 de mayo de 2016
martes, 24 de mayo de 2016
D. Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes.
...Cosas imposibles pido,
pues volver el tiempo a ser
después que una vez ha sido,
no hay en la tierra poder
que a tanto se haya estendido.
Corre el tiempo, vuela y va
ligero, y no volverá,
y erraría el que pidiese,
o que el tiempo ya se fuese
o viniese el tiempo ya.
Vivir en perpleja vida,
ya esperando, ya temiendo,
es muerte muy conocida,
y es mucho mejor muriendo
buscar al dolor salida.
A mí me fuera interés
acabar, mas no lo es,
pues, con discurso mejor,
me da la vida el temor
de lo que será después.
miércoles, 18 de mayo de 2016
Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes.
La historia es como cosa sagrada,
porque ha de ser verdadera, y donde está la verdad, está Dios, en cuanto a
verdad; pero, no obstante esto, hay algunos que así componen y arrojan libros
de sí como si fuesen buñuelos.
—No hay libro tan malo —dijo el
bachiller—, que no tenga algo bueno.
—No hay duda en eso —replicó don
Quijote—, pero muchas veces acontece que los que tenían méritamente granjeada y
alcanzada gran fama por sus escritos, en dándolos a la estampa la perdieron del
todo o la menoscabaron en algo.
—La causa deso es —dijo Sansón—
que, como las obras impresas se miran despacio, fácilmente se veen sus faltas,
y tanto más se escudriñan cuanto es mayor la fama del que las compuso. Los
hombres famosos por sus ingenios, los grandes poetas, los ilustres
historiadores, siempre o las más veces son envidiados de aquellos que tienen
por gusto y por particular entretenimiento juzgar los escritos ajenos sin haber
dado algunos propios a la luz del mundo.
—Eso no es de maravillar —dijo
don Quijote—, porque muchos teólogos hay que no son buenos para el púlpito y
son bonísimos para conocer las faltas o sobras de los que predican.
—Todo eso es así, señor don
Quijote —dijo Carrasco—, pero quisiera yo que los tales censuradores fueran más
misericordiosos y menos escrupulosos, sin atenerse a los átomos del sol
clarísimo de la obra de que murmuran63: que si «aliquando bonus dormitat
Homerus», consideren lo mucho que estuvo despierto por dar la luz de su obra
con la menos sombra que pudiese, y quizá podría ser que lo que a ellos les
parece mal fuesen lunares, que a las veces acrecientan la hermosura del rostro
que los tiene65; y, así, digo que es grandísimo el riesgo a que se pone el que
imprime un libro, siendo de toda imposibilidad imposible componerle tal que
satisfaga y contente a todos los que le leyeren.
(...)
(...)
... Que cada uno es como Dios le hizo, y aun peor muchas veces.
(...)
-Déme vuestra grandeza las manos,
señor don Quijote de la Mancha; que, por el hábito de San Pedro que visto,
aunque no tengo otras órdenes que las cuatro primeras, que es vuestra merced
uno de los más famosos caballeros andantes que ha habido, ni aun habrá, en toda
la redondez de la tierra. Bien haya Cide Hamete Benengeli, que la historia de
vuestras grandezas dejó escritas, y rebién haya el curioso que tuvo cuidado de
hacerlas traducir de arábigo en nuestro vulgar castellano, para universal
entretenimiento de las gentes.
Hízole levantar don Quijote, y
dijo:
-Desa manera, ¿verdad es que hay
historia mía, y que fue moro y sabio el que la compuso?
-Es tan verdad, señor -dijo
Sansón-, que tengo para mí que el día de hoy están impresos más de doce mil
libros de la tal historia; si no, dígalo Portugal, Barcelona y Valencia, donde
se han impreso; y aun hay fama que se está imprimiendo en Amberes, y a mí se me
trasluce que no ha de haber nación ni lengua donde no se traduzga.
(...)
... Que cada uno es como Dios le hizo, y aun peor muchas veces.
-Yo tendré cuidado -dijo
Carrasco- de acusar al autor de la historia que si otra vez la imprimiere, no
se le olvide esto que el buen Sancho ha dicho, que será realzarla un buen coto
más de lo que ella se está.
-¿Hay otra cosa que enmendar en
esa leyenda, señor bachiller? -preguntó don Quijote.
-Sí debe de haber -respondió él-,
pero ninguna debe de ser de la importancia de las ya referidas.
-Y por ventura -dijo don
Quijote-, ¿promete el autor segunda parte?
-Sí promete -respondió Sansón-,
pero dice que no ha hallado ni sabe quién la tiene, y así, estamos en duda si
saldrá o no; y así por esto como porque algunos dicen: "Nunca segundas
partes fueron buenas", y otros: "De las cosas de don Quijote bastan
las escritas", se duda que no ha de haber segunda parte; aunque algunos
que son más joviales que saturninos dicen: "Vengan más quijotadas: embista
don Quijote y hable Sancho Panza, y sea lo que fuere, que con eso nos
contentamos"
Lo que no te mata te hace más fuerte. David Lagercrantz.
Ja, ja. No, que las personas que tienen remordimientos de conciencia nunca son las que deberían tenerlos. Los que realmente causan sufrimiento al mundo pasan de todo; son quienes luchan en el bando de los buenos los que sufren remordimientos. No hay nada de lo que debas avergonzarte, Gabriela. Hiciste lo que estuvo en tu mano.
Las personas estamos deseosas de ser aceptadas y de integrarnos en el grupo al tiempo que queremos evidenciar lo que trabajamos, razón por la cual se cometen indescriptibles tonterías.
miércoles, 4 de mayo de 2016
Don Quijote de la Mancha. Miguel de Cervantes.
En
esto, parece ser o que el frío de la mañana que ya venía, o que Sancho hubiese
cenado algunas cosas lenitivas, o que fuese cosa natural —que es lo que más se
debe creer—, a él le vino en voluntad y deseo de hacer lo que otro no pudiera
hacer por él; mas era tanto el miedo que había entrado en su corazón, que no
osaba apartarse un negro de uña de su amo. Pues pensar de no hacer lo que tenía
gana tampoco era posible; y, así, lo que hizo, por bien de paz, fue soltar la
mano derecha, que tenía asida al arzón trasero, con la cual bonitamente y sin
rumor alguno se soltó la lazada corrediza con que los calzones se sostenían sin
ayuda de otra alguna, y, en quitándosela, dieron luego abajo y se le quedaron
como grillos; tras esto, alzó la camisa lo mejor que pudo y echó al aire
entrambas posaderas, que no eran muy pequeñas. Hecho esto, que él pensó que era
lo más que tenía que hacer para salir de aquel terrible aprieto y angustia, le
sobrevino otra mayor, que fue que le pareció que no podía mudarse sin hacer
estrépito y ruido, y comenzó a apretar los dientes y a encoger los hombros,
recogiendo en sí el aliento todo cuanto podía; pero, con todas estas
diligencias, fue tan desdichado que al cabo al cabo vino a hacer un poco de
ruido, bien diferente de aquel que a él le ponía tanto miedo. Oyólo don Quijote
y dijo:
—¿Qué
rumor es ese, Sancho?
—No
sé, señor —respondió él—. Alguna cosa nueva debe de ser, que las aventuras y
desventuras nunca comienzan por poco.
Tornó
otra vez a probar ventura, y sucedióle tan bien, que sin más ruido ni alboroto
que el pasado se halló libre de la carga que tanta pesadumbre le había dado.
Mas como don Quijote tenía el sentido del olfato tan vivo como el de los oídos
y Sancho estaba tan junto y cosido con él, que casi por línea recta subían los
vapores hacia arriba, no se pudo escusar de que algunos no llegasen a sus
narices; y apenas hubieron llegado, cuando él fue al socorro, apretándolas
entre los dos dedos, y con tono algo gangoso dijo:
—Paréceme,
Sancho, que tienes mucho miedo.
—Sí
tengo —respondió Sancho—, mas ¿en qué lo echa de ver vuestra merced ahora más
que nunca?
—En
que ahora más que nunca hueles, y no a ámbar —respondió don Quijote.
—Bien
podrá ser —dijo Sancho—, mas yo no tengo la culpa, sino vuestra merced, que me
trae a deshoras y por estos no acostumbrados pasos.
—Retírate
tres o cuatro allá, amigo —dijo don Quijote (todo esto sin quitarse los dedos
de las narices)—, y desde aquí adelante ten más cuenta con tu persona y con lo
que debes a la mía; que la mucha conversación que tengo contigo ha engendrado
este menosprecio.
—Apostaré
—replicó Sancho— que piensa vuestra merced que yo he hecho de mi persona alguna
cosa que no deba.
—Peor
es meneallo, amigo Sancho —respondió don Quijote.
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