Entre dos montículos que mantenían erguidos sus capullos de color rosado se abría un valle que, si bien muy tostado por el sol, aún no había perdido su delicadeza, la suavidad y el frescor de la piel surcada de venas, un valle que recordaba la primavera temprana.
...Extraña manera en que el amor puede torturar el corazón con el deseo.
Cuerdas y cables, muy tensos, trazaban las únicas líneas rectas indómitas en una escena en la que todo lo demás traqueteaba y oscilaba con el furor de la tormenta.
Tampoco el rumor del oleaje era intenso, sino regular y apacible, como si el mar respirase sumido en un sueño saludable.
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