jueves, 17 de agosto de 2023

Carta de una desconocida. Stefan Zweig.

Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta... Si sostienes esta carta en tus manos, sabrás que una muerta te está explicando aquí su vida, una vida que fue siempre la tuya desde la primera hasta la última hora.

La sombra del ciprés es alargada. Miguel Delibes.

… hay cosas que se soportan mejor en la penumbra que perfiladas en toda su ingrata sinceridad.

 

Nuestro maestro condenaba la frivolidad del hombre moderno, el cual se dice hijo de Dios pero cifra toda su ilusión en disfrutar la existencia terrena. En consecuencia, el hombre actual se limitaba a conservar los monumentos del antiguo únicamente levantaba teatros, cafés y otros lugares de esparcimiento con una raíz exclusivamente material.

 

Hacen falta años para percatarse de que el no ser desgraciado es ya lograr bastante felicidad en este mundo. La ambición sin tasa hace a los hombres desdichados si no llegan a conseguir lo que desean. La suprema quietud con poco se alcanza, meramente con lo imprescindible.

 

Vivir es ir perdiendo -me decía-; e incluso, aunque parezca aparentemente que se gana, a lo largo nos damos cuenta de que el falso beneficio se trueca en una pérdida más. Todo es perder en el mundo; para lo que poseen mucho y para los que se lamentan de no tener nada.

 

En última instancia ésa es la clave del éxito: dar al mundo por el gusto, halagarle su tonta vanidad.

 

—No es usted muy hablador —rompió ella con una risa—; ya lo había advertido en la cena...

—Es difícil conversar cuando faltan puntos coincidentes en la historia de dos personas.

 

—Por de pronto no es cosa despreciable haber coincidido en el tiempo. La historia del mundo tiene muchos años de existencia.

 

—Ya veo que cuando quiere usted también sabe hablar.

—Todo es cuestión de la habilidad de mi interlocutor.

 

… el tiempo no estaba en los relojes, sino en las circunstancias.