miércoles, 22 de febrero de 2023

Wakefield. Nathaniel Hawthorne

"Era intelectual, pero no en forma activa. Su mente se perdía en largas y ociosas especulaciones que carecían de propósito o del vigor necesario para alcanzarlo. Sus pensamientos rara vez poseían suficientes ímpetus como para plasmarse en palabras. La imaginación, en el sentido correcto del vocablo, no figuraba entre las dotes de Wakefield."

"Es peligroso abrir grietas en los afectos humanos. No porque rompan mucho a lo largo y ancho, sino porque no se cierran con mucha rapidez."

martes, 14 de febrero de 2023

Una dama en juego. Carla Montero.

… se moría el imperio y su emperador; se moría la sociedad de las buenas costumbres y de los principios morales; se morían los valores tradicionales, el legado de nuestros padres; se moría el buen gusto y la cordura; se moría la belleza del arte y la armonía de lo estético; se moría la contención y la razón, el sentido común. Llevaban muriéndose desde que se había acabado el glorioso siglo de la razón, de la ciencia y del pensamiento liberal. El nuevo siglo había llegado abanderado de modernismo. Una policía moderna: la de la revolución. Una sociedad moderna: la del individuo frente a la familia. Una moral moderna: la de la espontaneidad y el libertinaje.

… el arte, como manifestación de un tiempo y una sociedad determinados.

 

A cada tiempo su arte, a cada arte su libertad.

Pero ¡¿Qué tiempo es éste?!, me pregunté indignado. El tiempo de la Krisis, de la ruptura, del individuo por encima de la sociedad, del sentimiento por encima de la razón… Palabras bonitas que para mí sólo significaban la negación de la autoridad paterna; la doble moral; el debilitamiento de la ley el progreso; el feminismo y la mujer contestataria; la obsesión y la ansiedad….

 

La libertad y la felicidad son sensaciones efímeras. Pretender que se vuelvan permanente sólo nos procura insatisfacción y desdicha. Por eso yo intento concatenar momentos efímeros de felicidad y libertad, pequeños episodios que suceden cada día.

 

No era la primera vez que asistía a la muerte, pero sí aquella muerte tan peculiar de quien vive como un líder de masas pero muere solo; de quien crea opinión pero es abandonado al final; de quien, por vivir en la oscuridad, muere en la oscuridad. Vivir y morir solo… Llevaba una existencia llena de sinsabores y desengaños, me había empeñado, quizá por revanchismo o puede que por desesperación, en la búsqueda y en el ejercicio de una libertad que no era más que un espejismo, un ideal sin contenido ni sustancia. Creyendo que la libertad sólo estaba al alcance de las almas solitarias, independientes y autosuficientes, me había convertido en una isla en mitad de un mar al que creía desdeñar desde mi individualismo superior, pero al que en realidad temía por saberlo dañino y peligroso. Yo había escogido la soledad como refugio y como escudo… La noche que llegue la dama negra para llevarte con ella… tal vez mañana… te hallará sola. Morirá contigo tu legado, pues no tendrás a quién legar. Morirá contigo su memoria, pues no tendrá en quién quedar. Nada de ti quedará en este mundo tras tu paso por él. Ésa es la auténtica muerte, la muerte del alma solitaria: la tuya… Así me amenazaba la angustia.

 

Ella se había llevado esa parte de mí que era del todo: ella había colapsado mi estrella y en su lugar había dejado un agujero negro de preguntas sin respuesta que absorbía toda mi energía, todo mi ser.

¿Por qué?

¿Por qué había hecho de mí un hombre desgraciado y miserable? ¿Por qué había convertido mi libertad en una responsabilidad vana, mi independencia en una condena solitaria y mi autosuficiencia en una invalidez absoluta y permanente? ¿Por qué había entrado en mi vida para salir de ella, dejando el virus de la soledad y el anhelo contaminando mi sangre?