Contemplándolo con súbita piedad -siempre imaginó a los fascistas vivos y de otra manera-, Pato considera que en ese mismo instante, en algún lugar lejano, tal vez haya una madre, una hermana, una novia que despiertan pensando en él sin saber que está muerto.
... fuera los comunistas, en España no hay revolucionarios de verdad; sobran consignas huecas y falta sentido científico para el socialismo, en una nación fácil para la algarada, el arrebato, el heroísmo inútil y el ejercicio animal de la barbarie, pero refractaría a ser mandada por nadie. Para buena parte de los españoles de izquierdas, dar órdenes o acatarlas sin debate previo son actos fascistas. La prueba es que, antes del golpe de Franco, el sindicato que más afiliados tenía eran los anarquistas de la CNT.
-¿Por qué eres comunista, camarada Patricia?
Tarda la joven en responder. Oír su nombre en boca de ese hombre casi desconocido le produce una inseguridad extraña. Y en cierto modo, placentera.
-Porque es el único patido español casi completamente obrero -responde tras un momento-. Y eso supone trabajo, disciplina, eficacia, heroísmo silencioso...
-Y poca democracia.
-La democracia está sobrevalorada -afirma ella con calor-. Sólo es una forma de gobierno en la que cada cuatro años se cambia de tirano.
-Sí, ya sé... Se la defiende hasta que deja de ser necesaria. Una simple fase previa a la dictadura del proletariado.
Les Forques siente un doble orgullo: estar de regreso en su tierra y hacerlo en combate, ganado cada paso con esfuerzo y peligros. Demostrando a los separatistas de la Generalidad -esa gentuza oportunista e infame- que no todos los catalanes son esclavos sumisos o chusma enloquecida por el desvarío marxista; y también al resto de españoles, incluido el generalísimo Franco, que pese al viejo pistolerismo, el Alzamiento fracasado, las turbas en armas y las checas donde se tortura y se asesina, hay otra Cataluña noble, leal, que no se rinde y lucha. Que está dispuesta a borrar con su sangre, al fin, la desconfianza que un apellido catalán, hablar la lengua catalana, ha infiltrado en el corazón de tantos españoles que, mal informados, miden a todos con el mismo rasero. Por eso es tan importante el Tercio de Montserrat, piensa. Por lo que simboliza y retribuye.
Todos nacieron de una mujer, igual que de un momento a otro pueden morir a manos de un hombre. Y esa hembra estremecida de dolor, gritando y sollozando mientras la vieja y el practicante se afanan para uqe alumbre lo que lleva en sus entrañas, les cuenta su propia historia y la de las mujeres y niños a los que aman, amaron o amarán. Es el más antiguo rito humano el que compite ahora con la muerte: con lo que espera arriba en cuanto acabe la tregua que todos parecen acatar, pues no suenan disparos, y la noche y la guerra, en su breve y engañosa calma, concedan un aliento a la vida.
... en aquella República agria y triste en la que con tal de seguir en el poder, los políticos de Madrid pagaban a los separatistas con trozos de España.
-Los hombres se han batido como jabatos -dice-. Ahora se creen a salvo por una temporada, después de la machada que hicieron.
Le sostiene Pardeiro la mirada, inquisitivo.
-¿Y?
-Bueno, nada... Que va a pedirles que vuelvan ahí abajo.
-A ordenarles, sargento.
El joven ha remarcado la graduación. Pestañea ligeramente el otro.
-Sí, claro, mi alférez. A ordenarles que vuelvan a combatir.
-Son legionarios, ¿no?
-Por supuesto. Gruñirán por lo bajo, pero nadie va a protestar en voz alta. De eso me encargo yo... Aunque debería usted decirles algo.
Se frota Pardeiro la nariz.
-Algo, dice.
-Sí.
-¿Como qué?
-Pues no sé... El oficial es usted.
-Supón que el oficial fueras tú.
Los piensa Vladimiro.
-Cualquier cosa -concluye- que no los haga sentirse simple carne de cañón.
Cualquier hombre lúcido necesita un testigo, imagino. Y si ese testigo es una mujer, mejor todavía... Hay cosas que sólo están en vosotras.
-¿Qué cosas?
-Aprobación o sanción. No hay medalla, no ha premio comparable a eso, cuando ocurre. Ni condena tan inapelable, en el caso opuesto.
Los sucesos de Barcelona me hicieron pensar mucho -comenta el inglés-. Estuve viendo cómo se mataban entre sí, y comprendí que esa enfermedad tiene difícil curación. A veces pienso, y me aterra pensarlo, que sólo un dictador salido de un bando u otro controlaría esto. Y el que lo haga, sea quien sea, rojo o azul, lo sumirá todo en un baño de sangre. Incluso después de vencer, prolongará durante algún tiempo la carnicería.
(...)
¿Sabes lo que me dijo en Barcelona un viejo comunista, de ésos irreductibles?
-No.
-Cuando esto acabe, dijo, ajustaremos cuentas con los de Franco, pero también con traidores a la República como Companys, Aguirre y algunos otros. Los mismos a los que fusilarían los fascistas, los fusilaremos nosotros. Pasarán algunos años hasta que todo esté como debe estar... Nivelado, fue la palabra que usó.
(...)
-Y sin embargo, son gente maravillosa -dice Vivian.
-Lo son -acuerda Tabb-. Por eso duele verlos luchar morir de esta manera. TAn bárbaramente inocentes, tan orgullosos.
-Tan bravos y tenaces.
-Sí. Italia está de rodillas bajo el payaso de Mussolini, Alemania es un siniestro autómata del partido nazi, las democracias europeas miran hacia otro lado con Hitler y con Stalin, y hasta en Gran Bretaña se impone un fascismo de guante blanco...
-También mis compatriotas estadounidenses se creen a salvo, como si nada fuera con ellos.
(...)
A veces pienso que los españoles son los únicos lúcidos -dice-. Comprenden que lo práctico de una guerra civil es que uno sabe a quién mata. Por eso no se han doblegado, no transigen y luchan la batalla que otros no se atreven a dar o no creen necesaria... Dan una lección a un mundo al que no parece importar que la biblia del futuro sea Mein Kampf. Por eso, con todos sus defectos y desastres, admiro tanto a estos analfabetos, orgullosos, desorientados, irreductible hijos de puta.