lunes, 24 de septiembre de 2018

El atelier de los deseos. Agnes Martin-Lugand.

¿Me había hecho mayor hasta el punto de censurarlas por tener preocupaciones propias de su edad? Se las veía tan despreocupadas, tan llenas de vida, con todo el futuro por delante, que era evidente que lo que pensaran los demás les traía sin cuidado. A su edad yo estaba a punto de casarme. Finalmente nunca había sido libre. En aquel momento solo sentía envidia, y apartada la mirada del espectáculo de una juventud que no conocería nunca.

jueves, 13 de septiembre de 2018

La gente feliz lee y toma café. Agnès Martin-Lugand.

Y un año después seguía repitiendo todos los días que hubiera preferido morir a su lado. Pero mi corazón latía con obstinación. Me mantenía con vida. Para mi gran desgracia.

lunes, 3 de septiembre de 2018

Rojo y negro. Stendhal.

¡La importancia! ¿Es que eso no es nada, caballero? El respeto de los tontos, el pasmo de los niños, la envidia de los ricos, el desprecio del sabio.

Su imaginación, repleta de las nociones más exageradas, las más españolas, sobre lo que debe decir un hombre cuando está solo con una mujer, no le brindaba, en la turbación en que se hallaba, sino ideas inadmisibles.

Se despreciaba espantosamente. Sí, por desgracia, se forzaba a hablar, decía las mayores ridiculeces. Para colmo de desdichas, veía lo absurdo de sus palabras y lo veía de forma exagerada.

¿Cuándo voy a contraer la buena costumbre de darles a estas personas solo la parte de mi alma que vale el dinero que me pagan) Si quiero que me tengan estima y tenérmela yo tengo que hacerles ver que lo que está en venta para su riqueza es mi pobreza; pero que tengo el corazón a mil leguas de su insolencia y situado en una esfera demasiado elevada para que sus menudas señales de desdén o de favor lo alcancen.

Una muchacha coqueta que se enamora con pocos años se acostumbra a la turbación del amor; cuando llega a la edad de la pasión verdadera, le falta el encanto de la novedad.

La venganza del amor es terrible, sangrienta, pero militar y generosa, una puñalada pone fin a todo. Pero es a puñaladas de desprecio público como mata un marido a su mujer en el siglo XIX; es cerrándole las puertas de todos los salones.

-Nunca me rebajaré a hablar mi valentía- dijo con frialdad Julien-; en una bajeza. Que el mundo juzgue por los hechos.

El señor Valenod les había dicho en cierto modo a los tenderos de la comarca: dadme los dos más tontos que haya entre vosotros; a los hombres de leyes: decidme quiénes son los dos más ignorantes; a los funcionarios de sanidad: elegidme a los dos más charlatanes. Cuando tuvo reunidos a los más descarados de cada uno de esos oficios, les dijo: "Vamos a reinar juntos".

...Es la violenta impresión de lo feo en un alma hecha para amar lo hermoso.

Desde Voltaire, desde el gobierno de las dos Cámaras, que no es, en el fondo, sino desconfianza y examen personal e incita el pensamiento de los pueblos a esa mala costumbre de desconfiar, la Iglesia de Francia parece haberse percatado de que sus auténticos enemigos son los libros. Lo que le interesa de verdad son los corazones sumisos.

Desde el punto de vista de esos compañeros, era reo probado de este espantoso vicio: pensaba y opinaba por su cuenta, en vez de ir ciegamente en pos de la autoridad y el ejemplo.

Llegarán al poder, pero ¡a costa de qué, santo Dios!

¡Ah, le tiene miedo a esa gentecilla malvada del seminario! En demasiada consideración los tiene -dijo el padre Chas-: ¿es menor hermoso un sendero porque los setos de los lados tengan espinas? Los viajeros hacen camino y dejan a las espinas malvadas consumirse sin moverse del sitio.

¿Por qué pretenden que tenga hoy la misma opinión que hace seis semanas? En tal caso, mi opinión sería mi tirano.

¿Es el hombre que quiera expulsar de la tierra la ignorancia y el crimen debe pasar como la tormenta y hacer el mal como el azar?

No tardó en tener la seguridad de que, por poco que esos libros nuevos fueran hostiles a los intereses del trono y del altar, no tardaban en desaparecer.

Y yo, a quien una providencia madrastra ha relegado a la última fila, yo a quien le ha dado un corazón noble y ni tan siquiera mil francos de renta, es decir, que me ha dejado sin pan, sin pan literalmente hablando, ¿yo voy a rechazar un placer que se me brinda? ¡Un manantial cristalino que acude a saciarme la sed en el desierto ardoroso de la mediocridad por el que tan penosamente cruzo! No seré tan necio, a fe mía; que cada cual vaya a lo suyo en este desierto de egoísmo que se llama vida.

El amor intelectual tiene, sin duda, más ingenio que el amor verdadero, pero solo se compone de instantes de entusiasmo; se conoce demasiado a sí mismo, se juzga a sí mismo continuamente; lejos de extraviar el pensamiento, solo está construido a fuerza de pensamientos.

¿Una joven con un carácter tan altanero se habría faltado al respeto a sí misma hasta el punto de insinuársele materialmente? Estrecharle el brazo en el jardín una noche, ¡qué espanto! Como si no hubiera tenido cien formas menos indecentes de hacerle saber que lo distinguía.

Resulta singular, sin embargo, que no haya sabido el arte de disfrutar de la vida más que desde que veo tan cerca el final.