viernes, 3 de agosto de 2018

El lejano país de los estanques. Lorenzo Silva (relectura).

Un individuo que no lee suele tener claro lo que espera de la vida, y gobernarlo con buen pulso. Hay gente que lee a la que le pasa lo mismo, pero a igualdad de dotes naturales, cuanta más cultura menos tenacidad, más dispersión, y hasta más cobardía.

Novela de ajedrez. Stefan Zweig.

¿Pero no se comete una falta de empequeñecimiento humillante con sólo tildar de juego al ajedrez? ¿No es también una ciencia, una técnica, un arte, algo que se cierne entre esas categorías, como el ataúd de Mahoma entre el cielo y la tierra, una trabazón única entre todos los contrastes: Antiquísimo y eternamente joven; mecánico en la disposición, y, sin embargo, eficaz solamente por obra la fantasía; limitado en sus combinaciones; desarrollándose de continuo y no obstante, estéril; un pensar que no conduce a nada; una matemática que nada soluciona; un arte sin obras; una arquitectura sin sustancia, y, no obstante, evidentemente más duradero en su existencia y ser que todos los libros y obras de arte; el único juego propio de todos los pueblos y tiempos y del que nadie sabe qué dios lo legó a la tierra para matar el hastío, aguzar los sentidos y poner en tensión el alma? ¿Dónde empieza, dónde termina?

... Ninguna cosa del mundo ejerce tanta presión sobre el alma humana como la nada.

Electra. Sófocles.

La ocasión apremia, en efecto, y ella es la que preside a todas las empresas de los hombres.

Este castigo debería ser el de todos aquellos que quieren ser más poderosos que las leyes, es decir, la muerte. De este modo, los malvados serían menos numerosos.

Crisótemis: ¿No te cuidas de tu vida?
Electra: Ciertamente, mi vida es bella y admirable.
Crisótemis: Bella sería, si fueses prudente.
Electra: No me enseñes a hacer traición a mis amigos.
Crisótemis: No te enseño eso, sino a someterte a los más fuertes.
Electra: Halágales con tus palabras; lo que dices no está en tu carácter.
Crisótemis: Sin embargo, es bueno no sucumbir por imprudencia.

El origen del mal. José Carlos Somoza.

Nada nos hace más verdugos que sentirnos víctimas.

Casi todo el mundo siente alivio cuando forma parte de la mayoría.

Descubrimos que compartíamos autores y libros, que es lo mismo que compartir sueños.

No creo en las casualidades. Si lees la historia... Todo lo que se hace tiene consecuencias. Eso es fácil verlo cuando los sucesos son importantes, pero no es tan fácil en las minucias. Y resulta imposible prever los efectos de cada causa. Hasta la propia causa es un enigma. ¿Huevo o gallina? A veces creo que todas las llamadas "grandes" cosas se empujan unas a otras como bolas de billar. Como si alguien escribiera nuestra historia y luego, en el futuro, alguien la leyera. ¿De qué seremos responsables entonces?

- ¿Sabes? A lo mejor no es el momento adecuado para decirlo, pero te confieso que desde aquel discurso tuyo en el restaurante he pensado que eras un cobarde.
Para mi sorpresa asintió.
- Sí, soy un cobarde. Todos los somos. Todos tenemos un precio y todos un miedo. Pero lo que dije en aquella cena no lo dije por miedo. Yo no creo en luchar por otros. Creo en luchar por lo que pienso yo, no lo que otros me dicen que piense.

Vivía en su imaginación para anticipar el futuro, porque según su aristocracia intelectual el presente era un plato de pobres.

Supongo que Lili le hacía añorar algo inconcreto, soñar por puro esfuerzo.

Créeme si te digo esto: Hitler pasará a la historia como el último estúpido que confió en las guerras para controlar el mundo. La guerra, en singular, se ha acabado ya, para siempre. A partir de ahora sólo habrá batallas.

Esta guerra ha cambiado el mundo de una forma que no podíamos imaginar. La anterior acabó con el poder de las últimas monarquías, ésta ha sentenciado a los presidentes. A partir de ahora, habrá grupos. Queramos o no.

Mi memoria, ese perro demasiado fiel que siempre regresa trayendo aquello que le he arrojado, aún cuando haya querido perderlo todo.

En el deseo, todos somos héroes; en el resultado, cobardes.

Mucha imaginación. Pero esto no es una de tus novelas. Ni de Pérez-Reverte. Esto es real. Real.

Hay cierto grado de culpa en que otros sospechen de ti.

No es fácil ver a mi amigo tan emocionado; está acostumbrado a emocionarse a solas, en privado, con los libros, como tantos otros lectores.

Mira que si leer sirviera para algo, pensamos mi amigo el librero y yo.

No queríamos hacer justicia, queríamos vengarnos... Ése es el sentido de la venganza. Inocencia por inocencia.