"Que la vida es una lucha constante, una cacería cruel en que nos vamos devorando los unos a los otros. Planta, microbios, animales.
- Sí, yo también he pensado eso -repuso Andrés-; pero voy abandonando la idea. Primeramente el concepto de la lucha or la vida llevada así a los animales, a las plantas y hasta los minerales, como se hace muchas veces, no es más que un concepto antropomórfico, después, ¿qué lucha por la vida es la de ese hombre don Cleto, que se abstiene de combatir, o la de ese hermano Juan, que da su dinero a los enfermos?
- Te contestaré por partes -repuso Iturrioz dejando el bote para regar, porque estas discusiones le apasionan-. Tú me dices, este concepto de lucha es un concepto antropomórfico. Claro, llamamos a todos los conflictos lucha, porque es la idea humana que más se aproxima a esa relación que para nosotros produce un vencedor y un vencido. Si no tuviéramos este concepto en el fondo, no hablaríamos de lucha. La hiena que monda los huesos de un cadáver, la araña que sorbe una mosca, no hace más ni menos que el árbol bondadoso llevándose de la tierra al agua y las sales necesarias para la vida. El espectador indiferente, como yo, ve a la hiena, a la araña y al árbol, y se los explica. El hombre justiciero le pega un tiro a la hiena, aplasta con la bota a la araña y se sienta a la sombra del árbol, y cree que hace bien.
- Entonces, ¿para usted no hay lucha ni hay justicia?
- En un sentido absoluto, no; en un sentido relativo, sí. Todo lo que vive tiene un proceso para apoderarse primero del espacio, ocupar un lugar, luego para crecer y multiplicarse; este proceso de la energía de un vivo contra los obstáculos del medio, es lo que llamamos lucha. Respecto de la justicia, yo creo que lo justo en el fondo es lo que nos conviene. Supón en el ejemplo de antes que la hiena en vez de ser muerta por el hombre mata al hombre, que el árbol cae sobre él y le aplasta, que la araña le hace un picadura venenosa, pues nada de eso nos parece justo, porque no nos conviene. A pesar de que en el fondo no haya más que esto, un interés utilitario ¿quién duda que la idea de justicia y de equidad es una tendencia que existe en nosotros? ¿Pero cómo la vamos a realizar?
- Eso es lo que yo me pregunto: ¿cómo realizarla?
- ¿Hay que indignarse porque una araña mate a una mosca? - siguió diciendo Iturrioz.- Bueno. Indignémonos. ¿Qué vamos a hacer? ¿Matarla? Matémosla. Eso no impedirá que sigan las arañas comiéndose a las moscas. ¿Vamos a quitarle al hombre esos instintos fieros que te repugnan? ¿Vamos a borrar esa sentencia del poeta latino: Homo, homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre? Está bien. En cuatro o cinco mil años lo podremos conseguir. El hombre ha hecho de un carnívoro como el chacal un omnívoro como el perro; pero se necesitan muchos siglos para eso."
"- La consecuencia a la que yo iba era ésta, que ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo o la acción limitándose a un círculo pequeño. Es decir, que se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una regla general es absurdo.
- De manera que, según usted, el que quiera hacer algo tiene que restringir su acción justiciera a un medio pequeño.
- Claro, a un medio pequeño; tú puedes abarcar en tu contemplación la casa, el pueblo, el país, la sociedad, el mundo, todo lo vivo y todo lo muerto, pero si intentas realizar una acción, y una acción justiciera, tendrás que restringirte hasta el punto de que todo te vendrá ancho, quizá hasta la misma conciencia.
- Es lo que tiene de bueno la filosofía -dijo Andrés con amargura-; le convence a uno de que lo mejor es no hacer nada.
Iturrioz dio unas cuentas vueltas por la azotea y luego dijo:
- Es la opción objeción que me puedes hacer; pero no se mía la culpa.
- Ya lo sé.
- Ir a un sentido de justicia universal -prosiguió Iturrioz- es perderse; adaptando el principio de Fritz Müller de que la embriología de un animal reproduce su genealogía, o como dice Haeckel, que la ontogenia es una recapitulación de la filogenia, se puede decir que la psicología humana no es más que una síntesis de la psicología animal. Así se encuentran en el hombre todas las formas de la explotación y de la lucha: la del microbio, la del insecto, la de la fiera..."
"Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz a donde dirigirse. ¿Qué se hace con la vida? ¿Qué dirección se le da? Si la vida fuera tan fuerte que le arrastrara a uno, el pensar sería una maravilla, algo como para el caminante detenerse y sentarse a la sombra de un árbol, algo como penetrar en un oasis de paz; pero la vida es estúpida, sin emociones, sin accidentes, al menos aquí, y creo que en todas partes, y el pensamiento se llena de terrores como compensación a la esterilidad emocional de la existencia.
- Estás perdido, murmuró Iturrioz. Ese intelectualismo no te puede llevar a nada bueno.
- Me llevará a saber, a conocer. ¿Hay más grand placer que éste?"
"- La naturaleza es lo que tiene, cuando trata de reventar a uno, lo revienta a conciencia. La justicia es una ilusión humana; en el fondo todo es destruir, todo es crear. Cazar, guerrear, digerir, respirar, son formas de creación y de destrucción al mismo tiempo.
- Y entonces, ¿qué hacer? -murmuró Andrés-. ¿Ir a la inconsciencia? ¿Digerir, guerrear, cazar, con la serenidad de un salvaje?
- ¿Crees tú en la serenidad del salvaje? -preguntó Iturrioz-. ¡Qué ilusión! Eso también es una invención nuestra. El salvaje nunca ha ido sereno."
"¿Y para qué descomponer la sociedad? ¿Es que se va a construir un mundo nuevo mejor que el actual?
- Sí, yo creo que sí.
- Yo lo dudo. Lo que hace a la sociedad malvada es el egoísmo del hombre, y el egoísmo es un hecho natural, es una necesidad de la vida. ¿Es que supones que el hombre de hoy es menos egoísta y cruel que el de ayer? Pues te engañas.
(...)
¿Es que tú crees que el egoísmo va a desaparecer? Desaparecerá la humanidad. ¿Es que supones, como algunos sociólogos ingleses y los anarquistas, que se indentificará el amor de uno mismo con el amor de los demás?
-No; yo supongo que hay formas de agrupación social unas mejores que otras, y que se deben ir dejando las malas y tomando las buenas.
- Esto me parece muy vago. A una colectividad no se le moverá jamás diciéndole: puede haber una forma social mejor.
(...)
No, a la colectividad hay que prometerles el paraíso.; esto demuestra la ineficacia de tu idea analítica y disociadora.
(...) En todas partes y en todas épocas los conductores de hombres son prometedores de paraísos."
"Aquel estoicismo acabó por hundir al pueblo.
Era natural que así fuese; cada ciudadano de Alcolea se sentía tan separado del vecino como de un extranjero. No tenían una cultura común (no la tenían de ninguna clase); no participaban de administraciones comunes: sólo el hábito, la rutina, les unía; en el fondo, todos eran extraños a todos."
"La política de Alcolea respondía perfectamente al estado de inercia y desconfianza del pueblo. Era una política de caciquismo, una lucha entre dos bandos contrarios, que se llamaban el de los Ratones y el de los Mochuelos; los Ratones eran liberales, y los Mochuelos conservadores.
En aquel momento dominaban los Mochuelos. El Mochuelo principal era el alcald, un hombre delgado, vestigo de negro, muy clerical, cacique de formas suaves, que suavemente iba llevándose todo lo que podía del municipio.
El cacique liberal del partido de los Ratones era don Juan, un tipo bárbaro y despótico, corpulento y forzudo, con unas manos de gigante; hombre que cuando entraba a mandar trataba al pueblo en conquistador. Ese gran Ratón no disimulaba como el Mochuelo; se quedaba con todo lo que podía, sin tomarse el trabajo de ocultar decorosamente sus robos.
Alcolea se había acostumbrado a los Mochuelos y a los Ratones, y los consideraba necesarios. Aquellos bandidos eran los sostenes de la sociedad;"
"¿Por qué acomodarse, si todo está determinado, si es fatal, si no puede ser de otra manera?, se preguntaba. ¿No era científicamente un poco absurdo el furor que le entraba muchas veces al ver las injusticias del pueblo? Por otro lado: ¿no estaba también determinado, no era fatal el que su cerebro tuviera una irritación que le hiciera protestar contra aquel estado de cosas violentamente?"
"Ella no podía comprender que Hurtado afirmase que era mayor delito robar a la comunidad, al Ayuntamiento, que defraudar al Estado, que robar a un particular. Ella decía que no; que defraudar a la comunidad no podía ser tanto como robar a una persona. En Alcolea casi todos los ricos defraudaban a la Hacienda, y no se les tenía por ladrones.
Andrés trataba de convencerla de que el daño hecho con el robo a la comunidad era más grande que el producido contra el bolsillo de un particular; pero la Dorotea no se convenía.
- ¡Qué hermosa sería una revolución -decía Andrés a su patrona-, no una revolución de oradores y de miserables charlatanes, sino una revolución de verdad! Mochuelos y Ratones, colgados de los faroles, ya que aquí no hay árboles, y luego lo almacenado por la moral católica, sacarlo de sus rincones y echarlo a la calle: los hombres, las mujeres, el dinero, el vino; todo a la calle."
"Qué paradoja esta de la sexualidad -pensaba Andrés al ir a su casa-. En los países donde la vida es intensamente sexual no existen motivos de lubricidad; en cambio, en aquellos pueblos como Alcolea, en donde la vida sexual eran tan mezquina y tan pobre, las alusiones eróticas a la vida del sexo estaban en todo.
Y era natural; era en el fondo un fenómeno de compensación."
"Por eso indigna ver a esa gente, que no tiene nada que ganar con la maquinaria social que, a cambio de cogerle al hijo y llevarlo a la guerra, no les da más que miseria y hambre para la vejez, y que aún así la defienden."
"-Amigo, es que la naturaleza es muy sabia. No se contenta sólo con dividir a los hombres en felices y en desdichados, en ricos y pobres, sino que da al rico el espíritu de la riqueza, y al pobre el espíritu de la miseria. Tú sabes cómo se hacen las abejas obreros, se encierra a la larva en un alveolo pequeño y se le da una alimentación deficiente. La larva esta se desarrolla de una manera incompleta; es una obrera, una proletaria, que tiene el espíritu del trabajo y de la sumisión. Así sucede entre los hombres, entre el obrero y el militar, entre el rico y el pobre."
"Cuando estoy fuera de España -siguió diciendo Ibarra- quiero convencerme de que nuestro país no está muerto para la civilización, que aquí se discurre y se piensa, pero cojo un periódico español y me da asco; no habla más que de políticos y de toreros. Es una vergüenza."
"Andrés creía ver en Madrid la evolución progresiva de la gente rica que iba hermoseándose, fortificándose, convirtiéndose en casta; mientras el pueblo evolucionaba a la inversa, debilitándose, degenerando cada vez más.
Estas dos evoluciones paralelas eran sin duda biológicas; el pueblo no llevaba camino de cortar los jarretes de la burguesía, e incapaz de luchar, iba cayendo en el surco.
Los síntomas de la derrota se revelaban en todo. En Madrid, la talla de los jóvenes pobres y mal alimentados que vivían en tabucos era ostensiblemente más pequeña que la de muchachos ricos, de familias acomodadas que habitaban en pisos exteriores.
La inteligencia, la fuerza física, eran también menores entre la gente del pueblo que en la clase adinerada. La casta burguesa se iba preparando para someter a la casta pobre y hacerla su esclava."
- Eso es lo que yo me pregunto: ¿cómo realizarla?
- ¿Hay que indignarse porque una araña mate a una mosca? - siguió diciendo Iturrioz.- Bueno. Indignémonos. ¿Qué vamos a hacer? ¿Matarla? Matémosla. Eso no impedirá que sigan las arañas comiéndose a las moscas. ¿Vamos a quitarle al hombre esos instintos fieros que te repugnan? ¿Vamos a borrar esa sentencia del poeta latino: Homo, homini lupus, el hombre es un lobo para el hombre? Está bien. En cuatro o cinco mil años lo podremos conseguir. El hombre ha hecho de un carnívoro como el chacal un omnívoro como el perro; pero se necesitan muchos siglos para eso."
"- La consecuencia a la que yo iba era ésta, que ante la vida no hay más que dos soluciones prácticas para el hombre sereno: o la abstención y la contemplación indiferente de todo o la acción limitándose a un círculo pequeño. Es decir, que se puede tener el quijotismo contra una anomalía; pero tenerlo contra una regla general es absurdo.
- De manera que, según usted, el que quiera hacer algo tiene que restringir su acción justiciera a un medio pequeño.
- Claro, a un medio pequeño; tú puedes abarcar en tu contemplación la casa, el pueblo, el país, la sociedad, el mundo, todo lo vivo y todo lo muerto, pero si intentas realizar una acción, y una acción justiciera, tendrás que restringirte hasta el punto de que todo te vendrá ancho, quizá hasta la misma conciencia.
- Es lo que tiene de bueno la filosofía -dijo Andrés con amargura-; le convence a uno de que lo mejor es no hacer nada.
Iturrioz dio unas cuentas vueltas por la azotea y luego dijo:
- Es la opción objeción que me puedes hacer; pero no se mía la culpa.
- Ya lo sé.
- Ir a un sentido de justicia universal -prosiguió Iturrioz- es perderse; adaptando el principio de Fritz Müller de que la embriología de un animal reproduce su genealogía, o como dice Haeckel, que la ontogenia es una recapitulación de la filogenia, se puede decir que la psicología humana no es más que una síntesis de la psicología animal. Así se encuentran en el hombre todas las formas de la explotación y de la lucha: la del microbio, la del insecto, la de la fiera..."
"Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido, sin brújula, sin luz a donde dirigirse. ¿Qué se hace con la vida? ¿Qué dirección se le da? Si la vida fuera tan fuerte que le arrastrara a uno, el pensar sería una maravilla, algo como para el caminante detenerse y sentarse a la sombra de un árbol, algo como penetrar en un oasis de paz; pero la vida es estúpida, sin emociones, sin accidentes, al menos aquí, y creo que en todas partes, y el pensamiento se llena de terrores como compensación a la esterilidad emocional de la existencia.
- Estás perdido, murmuró Iturrioz. Ese intelectualismo no te puede llevar a nada bueno.
- Me llevará a saber, a conocer. ¿Hay más grand placer que éste?"
"- La naturaleza es lo que tiene, cuando trata de reventar a uno, lo revienta a conciencia. La justicia es una ilusión humana; en el fondo todo es destruir, todo es crear. Cazar, guerrear, digerir, respirar, son formas de creación y de destrucción al mismo tiempo.
- Y entonces, ¿qué hacer? -murmuró Andrés-. ¿Ir a la inconsciencia? ¿Digerir, guerrear, cazar, con la serenidad de un salvaje?
- ¿Crees tú en la serenidad del salvaje? -preguntó Iturrioz-. ¡Qué ilusión! Eso también es una invención nuestra. El salvaje nunca ha ido sereno."
"¿Y para qué descomponer la sociedad? ¿Es que se va a construir un mundo nuevo mejor que el actual?
- Sí, yo creo que sí.
- Yo lo dudo. Lo que hace a la sociedad malvada es el egoísmo del hombre, y el egoísmo es un hecho natural, es una necesidad de la vida. ¿Es que supones que el hombre de hoy es menos egoísta y cruel que el de ayer? Pues te engañas.
(...)
¿Es que tú crees que el egoísmo va a desaparecer? Desaparecerá la humanidad. ¿Es que supones, como algunos sociólogos ingleses y los anarquistas, que se indentificará el amor de uno mismo con el amor de los demás?
-No; yo supongo que hay formas de agrupación social unas mejores que otras, y que se deben ir dejando las malas y tomando las buenas.
- Esto me parece muy vago. A una colectividad no se le moverá jamás diciéndole: puede haber una forma social mejor.
(...)
No, a la colectividad hay que prometerles el paraíso.; esto demuestra la ineficacia de tu idea analítica y disociadora.
(...) En todas partes y en todas épocas los conductores de hombres son prometedores de paraísos."
"Aquel estoicismo acabó por hundir al pueblo.
Era natural que así fuese; cada ciudadano de Alcolea se sentía tan separado del vecino como de un extranjero. No tenían una cultura común (no la tenían de ninguna clase); no participaban de administraciones comunes: sólo el hábito, la rutina, les unía; en el fondo, todos eran extraños a todos."
"La política de Alcolea respondía perfectamente al estado de inercia y desconfianza del pueblo. Era una política de caciquismo, una lucha entre dos bandos contrarios, que se llamaban el de los Ratones y el de los Mochuelos; los Ratones eran liberales, y los Mochuelos conservadores.
En aquel momento dominaban los Mochuelos. El Mochuelo principal era el alcald, un hombre delgado, vestigo de negro, muy clerical, cacique de formas suaves, que suavemente iba llevándose todo lo que podía del municipio.
El cacique liberal del partido de los Ratones era don Juan, un tipo bárbaro y despótico, corpulento y forzudo, con unas manos de gigante; hombre que cuando entraba a mandar trataba al pueblo en conquistador. Ese gran Ratón no disimulaba como el Mochuelo; se quedaba con todo lo que podía, sin tomarse el trabajo de ocultar decorosamente sus robos.
Alcolea se había acostumbrado a los Mochuelos y a los Ratones, y los consideraba necesarios. Aquellos bandidos eran los sostenes de la sociedad;"
"¿Por qué acomodarse, si todo está determinado, si es fatal, si no puede ser de otra manera?, se preguntaba. ¿No era científicamente un poco absurdo el furor que le entraba muchas veces al ver las injusticias del pueblo? Por otro lado: ¿no estaba también determinado, no era fatal el que su cerebro tuviera una irritación que le hiciera protestar contra aquel estado de cosas violentamente?"
"Ella no podía comprender que Hurtado afirmase que era mayor delito robar a la comunidad, al Ayuntamiento, que defraudar al Estado, que robar a un particular. Ella decía que no; que defraudar a la comunidad no podía ser tanto como robar a una persona. En Alcolea casi todos los ricos defraudaban a la Hacienda, y no se les tenía por ladrones.
Andrés trataba de convencerla de que el daño hecho con el robo a la comunidad era más grande que el producido contra el bolsillo de un particular; pero la Dorotea no se convenía.
- ¡Qué hermosa sería una revolución -decía Andrés a su patrona-, no una revolución de oradores y de miserables charlatanes, sino una revolución de verdad! Mochuelos y Ratones, colgados de los faroles, ya que aquí no hay árboles, y luego lo almacenado por la moral católica, sacarlo de sus rincones y echarlo a la calle: los hombres, las mujeres, el dinero, el vino; todo a la calle."
"Qué paradoja esta de la sexualidad -pensaba Andrés al ir a su casa-. En los países donde la vida es intensamente sexual no existen motivos de lubricidad; en cambio, en aquellos pueblos como Alcolea, en donde la vida sexual eran tan mezquina y tan pobre, las alusiones eróticas a la vida del sexo estaban en todo.
Y era natural; era en el fondo un fenómeno de compensación."
"Por eso indigna ver a esa gente, que no tiene nada que ganar con la maquinaria social que, a cambio de cogerle al hijo y llevarlo a la guerra, no les da más que miseria y hambre para la vejez, y que aún así la defienden."
"-Amigo, es que la naturaleza es muy sabia. No se contenta sólo con dividir a los hombres en felices y en desdichados, en ricos y pobres, sino que da al rico el espíritu de la riqueza, y al pobre el espíritu de la miseria. Tú sabes cómo se hacen las abejas obreros, se encierra a la larva en un alveolo pequeño y se le da una alimentación deficiente. La larva esta se desarrolla de una manera incompleta; es una obrera, una proletaria, que tiene el espíritu del trabajo y de la sumisión. Así sucede entre los hombres, entre el obrero y el militar, entre el rico y el pobre."
"Cuando estoy fuera de España -siguió diciendo Ibarra- quiero convencerme de que nuestro país no está muerto para la civilización, que aquí se discurre y se piensa, pero cojo un periódico español y me da asco; no habla más que de políticos y de toreros. Es una vergüenza."
"Andrés creía ver en Madrid la evolución progresiva de la gente rica que iba hermoseándose, fortificándose, convirtiéndose en casta; mientras el pueblo evolucionaba a la inversa, debilitándose, degenerando cada vez más.
Estas dos evoluciones paralelas eran sin duda biológicas; el pueblo no llevaba camino de cortar los jarretes de la burguesía, e incapaz de luchar, iba cayendo en el surco.
Los síntomas de la derrota se revelaban en todo. En Madrid, la talla de los jóvenes pobres y mal alimentados que vivían en tabucos era ostensiblemente más pequeña que la de muchachos ricos, de familias acomodadas que habitaban en pisos exteriores.
La inteligencia, la fuerza física, eran también menores entre la gente del pueblo que en la clase adinerada. La casta burguesa se iba preparando para someter a la casta pobre y hacerla su esclava."