miércoles, 17 de septiembre de 2025

El doctor Centeno. Benito Pérez Galdós.

¡Fuego! Un papelillo entero de misto se consume en la empresa incendiaria; pero al fin el héroe tiene el gusto de ver quemada y humeante la cola del monstruo. Éste se defiende con ferocidad de la quijadas, que remedan los fuelles de Vulcano. Lucha desesperada, horrible, titánica. El fuego, penetrando por los huecos de la apretada tripa, abre largas minas y galerías, por donde el aire se escapa con imponente bufidos. Otras partes del monstruo, carbonizadas lentamente, se retuercen, se esparraman, se dividen en cortecillas foliáceas. Durísima vena negra se defiende de la combustión y asoma fiera por entre tantas cenizas y lavas…

 

Era español puro en la inconstancia, en los afectos repentinos y en el deseo de aplausos.

 

Pensar que tres españoles, dos de ellos de poca edad, pueden estar en el lugar más solemne sin sacar de este lugar motivo de alguna broma, es pensar lo imposible.

 

Paseaba por lugares solitarios, buscando esa dulce impresión que traen al alma los objetos extraños y no vistos constantemente.

 

En el estado actual del mundo, la vida sin moneda es una vida teórica, un mecanismo fisiológico, que hace de los hombres muñecos para divertir a los verdaderos hombres, a los que están provistos de aquel jugo vital.

 

¡Y pensar que había en España diez millones de seres con ojos y manos, que no sabían escribir…! ¡Y que él, hombre capaz de enseñar a escribir al pilón de la Puerta del Sol no tuviese qué comer…! ¡Qué anomalías, y qué absurdos, y qué contrasentido tan desconsolador! ¿Pero esto era una nación o una horda?

 

… estás en edad en que los duelos pasan pronto, sin dejar huella. No quieras hacerte superior a tus años, prolongando tu dolor más de lo que corresponde y desmintiendo tu niñez florida.