viernes, 24 de diciembre de 2021

Horda. Ricardo Menéndez Salmón.

"Por eso fueron los niños quienes concertaron la alianza. Porque ellos sufrían más que nadie la práctica bastarda de sus mayores: mentiras, dobles sentidos, oportunismo. Libertad, un lugar común; dignidad, una afrenta; igualdad, un sofisma. Palabras como banderas arrastradas por el fango. Palabras que eran harapos de lo que su significado prometía. Todos blasfemando con las más hermosas palabras llenándoles la boca. Cerdos sacando lustre a la lámpara maravillosa. Cómo no justificar a los niños hasta cierto punto. Cómo no comprender su obsesión por un mundo en silencio, libre del pasmoso tormento de las palabras utilizadas como veneno. Porque un mundo callado al menos pone en cuarentena cierto tipo de actos. El miedo disciplina a los impostores. Es la elegancia que encierra cualquier clase de terror, su eficacia sin estridencias... Derogar la palabra tuvo que ser la mayor aventura humana. Tan inmensa como la invención de la escritura; tan misteriosa como el descubrimiento del fuego. Una civilización inversa, recluida en el silencio blanco de las ceremonias sin voz, en la sexualidad neutra de los rituales sin grito, en la pena tibia de las muertes sin duelo... Y entonces entronizaron la imagen. Buscaron poblar con ella el desierto en que se había convertido lo real. Entre imágenes, atrapados en el laberinto de los iconos, añoraríamos menos la pérdida, nos consolaríamos mejor de la orfandad."

"Cuantas más palabras poseía alguien a su disposición más consciente era de la inmensidad, profundidad y fortaleza de la ignorancia que lo rodeaba. La necedad era una escuela de complacencia, un asilo; la sabiduría, por pequeña que fuera, comportaba siempre una cuota de terror. Él adivinó por qué había preferido una vida de perpetua oscuridad a un fragmento de luz."

No hay comentarios:

Publicar un comentario